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Audiencia caliente en J: V. González Los imputados salieron de la audiencia bajo un fortísimo operativo. La gente quería hacer justicia por mano propia.

Viernes, 23 de mayo de 2014 01:20
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La cuarta jornada del juicio que se les sigue a Rubén Sixto Soria, José Insaurralde y Ramón Alberto Leiva, por la violación y muerte de la niña Claudia Judith Palma culminó con un violento incidente verbal en contra de los acusados. Estos debieron sortear los escasos 20 metros que separaban la sede judicial del vehículo del Servicio Penitenciario amparados por unos sesenta efectivos de distintas divisiones de la Policía ante la amenaza de ser linchados por su propio pueblo, representado por unas 200 personas.

Hubo quienes llegaron a solicitar la entrega de los reos y terminar con la historia allí mismo. Cerca de las 17, la presión popular se hacía sentir en el interior de la sala de audiencia. El tenor del reclamo empezó a tomar temperatura pese al frío reinante y en contados minutos la amenaza de un desborde social volvió se hizo realidad. Los gonzaleños comenzaron a hostigar a los familiares de los detenidos allí presentes. Hasta llegaron al borde de la agresión física.

Allí, sin poder proseguir con la audiencia, el juez Héctor Guillermo Alavila se levantó del estrado, se dirigió a una sala contigua y convenció al padre de la víctima Fabián Palma para que bajaran los decibeles de los enardecido vecinos. Alavila se dirigió a la multitud y explicó con académica flema los pasos procesales y la garantía de justicia que estaba impartiendo el tribunal.

Le habló a la multitud de la histórica jornada, de la necesidad de aclarar absolutamente todo acerca de la muerte de la pequeña niña. Su alocución fue bien recibida, en parte, pero recibió respuestas extremas de algunos vecinos, quienes solicitaron incluso un tipo de justicia mas expeditiva y violenta.

El tribunal integrado por Mónica Mudksi,, Héctor Alavila y Martín Pérez pusieron pie en la ciudad cabecera del departamento Anta, poco después de las 8 de la mañana. De allí hasta las 21 no pararon en distintas diligencias, siempre acompañados por una nutrida comitiva de policías de todos los colores. Los jueces recorrieron palmo a palmo el calvario de la niña. Desde la casa de donde partió con los últimos cinco panes hasta el patio y fondo de la casa donde fue martirizada. Los jueces comprobaron horrorizados, quizá, que la niña agonizó sobre bolsas de carbón ubicadas en el interior de un gallinero. Pudieron corroborar que las fotografías de Criminalística se compadecían con el lugar señalado como el corral de las aves. Los escabrosos detalles de la mecánica de la muerte de Judith fueron ventilados con escaso público por la pequeñez de la sala, pero igual tomaron estado público, como en todo pueblo chico. De las distintas declaraciones surgieron nuevas líneas y nuevos testigos, tres más de los ya programados. Hoy será la última jornada en tierras anteñas, la última vez quizá que el trío de imputados se encuentre en esa localidad, cuyos habitantes ayer le dieron la espalda a sus antiguos vecinos con un repudio más doloroso quizá que la condena que el derecho penal les reserva, si fueran hallados culpables.

 

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