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Una sociedad se define y adquiere su identidad a través de la valoración y repetición de conductas, y mediante el fomento, la tolerancia o la intolerancia con determinadas actitudes y modos de comportamiento. Si como sociedad mantenemos, en los más sencillos y cotidianos detalles del quehacer de cada individuo o familia, actitudes de incumplimiento, de desprecio por la palabra comprometida, de desvalorización hacia el otro, no nos extrañemos que el resultado sea una sociedad violenta, agresiva, incumplida, en la que los demás perciban que no se puede confiar. Y esto tendrá impacto directo en la productividad y el desarrollo, así como en la pobreza y el desempleo. Por el contrario, desarrollar y multiplicar conductas de tolerancia, solidaridad, compromiso y excelencia, traen como resultado una sociedad progresista y en crecimiento. La diferencia entre el desarrollo y el subdesarrollo no debemos buscarla en los recursos naturales sino en las conductas de los seres humanos.