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CORROMPER EL PENSAMIENTO

Lunes, 09 de junio de 2014 01:21
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En el último tiempo, la política nacional abusó de un tecnicismo de la sociología, la famosa categoría “inclusión social”. El discurso ambiente ya no habla de marginalidad. Esa expresión usada fue haciéndose costumbre y terminó plasmada en programas sociales de los llamados progresistas por estar contra la exclusión social. El cambio de palabras es evidente, no se dice como antes que la inclusión es marginalidad y ésta, deuda social.

¿La tecnocracia fría llamaría a la película “La deuda interna”, del jujeño Miguel Pereira, de otra manera como “la acreencia de la exclusión social”?

Deuda interna implica deuda social, la que narra Pereira y que tiene el Estado argentino contraída con el país profundo, con sus desocupados y sus prójimos que chocan entre sí en inseguridades y violencias compartidas. La política tecnocrática piensa y piensa en términos de “exclusión” para disfrazar de concepto racional a la deuda interna, la que hay que pagarle a los argentinos de la pobreza, sin trabajo y educación. De todos los chicos entre 18 y 24 años, hay 1.600.000 que no trabajan ni estudian. Esa marea de jóvenes no es lisa y técnicamente una exclusión, es una deuda interna si pensamos desde la existencia de los que sufren marginalidad. El lúcido escritor inglés George Orwell (1903-1950), que publicó la novela de ciencia ficción “1984”, sostuvo: “Si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento”.

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