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Todavía no sabían que la Argentina volvería a la final, pero quizás lo presentían. Con seguridad, lo anhelaban. Y probablemente fue ese deseo el que los llevó a tomarse una licencia del protocolo que deben guardar para ensayar, para sorpresa de quienes los seguían, la canción que en las últimas semanas repiten millones de argentinos.
Ocurrió en la capital de Tucumán, que alojó al acto central por el Día de la Independencia. Los granaderos marchaban hacia la Plaza Independencia, lugar de la ceremonia. Cuando pasaban por la calle Congreso, usaron sus instrumentos para tocar la melodía del tema que hoy suena y retumba en todas las gradas de los estadios de Brasil en boca de los argentinos que viajaron a ver a la Selección.
Antes de que los transeúntes se sumaran con la estrofa “Brasil, decime qué se siente”, los soldados ya tocaban las notas del clásico “Vamos, vamos, Argentina”.
El clima de alegría que había en las calles de Tucumán por esas horas se suspendió durante el tiempo que duró el partido en el que la Selección enfrentó a Holanda. Como sucedió en buena parte del país, la ciudad enmudeció. Y con la definición por penales estalló, y una multitud colmó el centro para festejar hasta entrada la noche.