Qatar, país anfitrión y que generó polémica por tener más de la mitad del plantel a jugadores nacionalizados, logró ayer una clasificación histórica para la final del
Mundial de handball, tras superar por 31 a 29 a Polonia, en Doha, en la primera semifinal.
El pequeño emirato del Golfo Pérsico se convierte así en el primer país no europeo en conseguir una medalla en este torneo y se enfrentará, mañana, en la pugna por el oro a Francia, campeona olímpica y europea.
Su presencia en la final es una hazaña para un país que antes de esta edición tenía como mejor resultado en un Mundial de balonmano un decimosexto lugar.
Sin embargo, este campeonato se transformó en un disgusto para varios países europeos que protestaron por el favoritismo que hay por la selección local.
Al frente de la misma está Valero Rivera, el entrenador español que hizo campeón del mundo a su país en 2013, y ha nacionalizado a jugadores de Bosnia, Cuba, Egipto, España, Francia, Irán, Montenegro, Siria y Túnez.
Los 15.000 hinchas, muchos ataviados con la dishdasha (túnica blanca tradicional), celebraron a lo grande la clasificación desde el último gol de Mahmoud Hassab Alla. Entre ellos estaban los 60 aficionados rentados que llegaron desde España.
En el triunfo qatarí destacaron Kamalaldin Mallash y el jugador cubano Rafael Capote, cada uno con 6 tantos, mientras que el polaco Michael Jurecki, con 9, se quedó con el triste consuelo de ser el máximo anotador del partido. Arriba, en el palco de autoridades, el emir de Qatar aplaudió el éxito nacional.
Para Qatar, el éxito deportivo significa sumar credibilidad para ser reconocido como un actor importante del deporte internacional.
El gran objetivo es el Mundial de fútbol 2022, aunque el sueño son los Juegos Olímpicos.