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Todo comenzó gracias al trabajo de Mirta, quien se desempeñaba como empleada en la Secretaría del Acción Social. Como es gerontóloga, asistía a personas mayores en áreas rurales.
En una de las tantas salidas que realizaba al interior del municipio de Gemes, tomó conocimiento sobre la historia de un niño que había nacido años atrás en el hospital de Gemes, con una extraña enfermedad y decidió hacerle una visita.
Tras cuatro horas de viaje en vehículo, arribó a la humilde vivienda de la familia Frías, donde vivía el pequeño Francisco. Allí Mirta observó un escenario que nunca logró borrar de su mente. "El niño se veía como envuelto por una bolsa plástica, que se hinchaba y se resquebrajaba. Era su piel, que se desprendía de su cuerpo, su color era rojizo oscuro, sus manos estaban cerradas. Sus ojos rojos y su cabeza sin orejas daban la sensación de estar frente a un mutante. Era muy doloroso verlo, se encontraba dentro de un tacho plástico especial con un asiento en el fondo y lleno de agua. El tacho tenía un sistema químico que calentaba el agua con el movimiento, fue enviado por Nación para Francisco, que debía estar siempre humectado porque el aire rompía su piel. No hablaba, no caminaba ni agarraba nada", recuerda Mirta.
La mujer continúa: "El abuelo era la única persona que lo cuidaba, ya que su abuela era discapacitada y la mamá lo abandonó cuando tenía un año. El hombre algunas veces ponía al pequeño en un pozo con agua, porque así el barro se le pegaba a la piel y formaba una capa protectora", cuenta la mujer.
Desde ese día, Mirta tuvo la clara sensación de que aquel frágil niño formaría parte de su vida para siempre. "Mi intención, casi desesperada, fue la de sacarlo de ahí, porque sus posibilidades de supervivencia eran mínimas. Ya tenía 4 años y ninguna mejoría. De inmediato comencé a realizar denuncias para que lo trasladen a un hospital de Salta, lo que judicialmente era difícil. Toqué muchas puertas, aprendí mucho sobre la enfermedad y las asistencias que debería tener".
La tenacidad de Mirta tuvo resultados. La mujer insistió tanto que finalmente logró el traslado de Francisco. Pero se llevó una sorpresa cuando escuchó por las noticias locales que iban a amputarle las manos porque estaban afectadas por gusanos que ingresaron a su piel. "Me acuerdo que ese día salí de mi casa como estaba, creo que me fui en pijamas al hospital para impedir que eso ocurriera. Les grité a los médicos que yo lo había llevado allí para que lo curen y no para que lo mutilen. E impedí la operación".
Pero su instinto maternal la llevó mucho más allá. Mirta quería la guarda judicial del niño, sus abuelos ya no lo podían cuidar y estaban de acuerdo en entregarlo. "Todos me decían que era una locura, que Francisco no viviría demasiado, pero no me resignaba a eso, sabía que podía salvarlo. Hablé con mis hijas y ellas me apoyaron en todo momento".
La tenencia
Fue así que Mirta inició los trámites hasta que, fiel a su estilo inclaudicable, consiguió la guarda del pequeño.
La mujer comenzó a recorrer consultorios médicos y a concurrir a seminarios y charlas que abordaban la enfermedad, para interiorizarse sobre los cuidados y tratamientos que requería.
"Compré pomadas, cremas y hasta plantas naturales, pero toda mejoría de mi hijo está relacionada con el amor y el cariño de mi familia, que es su familia, siempre supe que saldría adelante, a pesar del pesimismo de muchos", cuenta feliz.
Si bien la enfermedad no tiene cura, Panchito, como lo llaman, mejoró de una manera casi milagrosa. Además, comenzó a hablar, sus manos se abrieron, sus orejas y su cabello se recuperaron y, lo más importante, es que aprendió a caminar. Y no solo eso, hoy juega al fútbol, algo completamente impensado, ya que los traumatólogos le aseguraban a Mirta que no podría caminar y que debería arrastrarse de nalgas, como lo venía haciendo. Se equivocaron. "Hizo muchísima fisioterapia hasta que empezó a caminar y hoy lo hace en forma normal. Hasta juega al fútbol con sus sobrinos. Solo le queda una leve inclinación en su pie debido a un sobrehueso", explica esta admirable mamá.
Contra todo pronóstico
Actualmente Francisco tiene 14 años, asiste al 6§ grado de la escuela Hilario Ascasubi. Su nivel cognitivo es perfectamente normal.
Entre sus hobbies: asiste a clases de baile, toca el bombo y tiene un gran oído musical.
"Francisco sabe toda su historia. Nunca le oculté nada. Sabe de su madre y que tiene otros hermanos. Un día su mamá biológica vino a casa a decirme que se lo llevaba, pero él no quiso recibirla. La mujer amenazó con regresar y llevarlo por la fuerza, pero le dejé bien en claro que se trata de mi hijo, porque no es madre quien pare un hijo, sino quien lo cría y le da amor. En ese sentido puedo decir con mucho orgullo que soy su madre", finalizó Mirta Veliz, quien tiene además 13 nietos.