Trastornos fue presentado el 7 de agosto pasado en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Bs. As.) por Horacio González, director de esa institución. Mañana se llevará a cabo la presentación en Salta. Tendrá lugar a las 19, en la Biblioteca Provincial (Belgrano 1002) y estará a cargo de Teresa Leonardi, en diálogo con el autor.
Cada una de las palabras que dan título al libro son muy vastas en sí mismas e inclusivas entre sí. A esto se suma la preposición "en". ¿Por qué "Filosofías políticas en la literatura"?
En primer lugar debo aclarar que no es un libro de filosofía, tampoco de crítica literaria que después de Barthes, Blanchot, Bajtin, Bürger, Kristeva, etc, devino, según mi criterio y también mi ignorancia, chisme laudatorio de suplemento dominical.
El libro es una aproximación a la literatura que intenta señalar las políticas inexpresas en Borges, Cortázar, Bioy Casares, Kafka, Céline, Beckett y Melville. Uso la preposición "en" porque no incurro en la arrogante actitud del filósofo para pontificar, desde fuera, cuáles son sus filosofías. Los dejo hablar y luego doy mi opinión, que no importa.
¿Qué lugar creés que ocupa Macedonio Fernández en la literatura argentina? ¿Cuál creés que era su filosofía política?
En Museo de la novela de la Eterna hay una filosofía política inexpresa. Macedonio es hostil a la escritura proselitista: por panfletaria. Pero en su correspondencia aparecen posicionamientos políticos extraliterarios, sobre todo en las cartas a Gabriel del Mazo y a Raúl Scalabrini Ortiz. Su posicionamiento es anarquizante: casi funda una colonia anarquista, cerca de la Triple Frontera. A Macedonio lo aprecio enormemente, pienso que con él y Beckett se cierra el género llamado novela. Ni George Steiner (crítico y teórico de la literatura) lo advirtió. Se trata de una novela experimental: 56 prólogos para 18 capítulos. En materia de experimentalismo se llegó al límite. Más allá, el abismo. Pero, el fin de la novela no es el fin de la narración, como señalaba Benjamin. Aparecerán otras formas. En Argentina el último experimento es Tartabul de David Viñas.
El Borges que se adentra en los suburbios de la mítica Buenos Aires, ¿qué creés que buscaba?
Como sabés, Borges desciende de familia patricia y de Juan de Garay, fundador de Buenos Aires. Adoraba a su ciudad. En esa sobremesa de 37 años sostenida con Bioy Casares, cuenta que rehusó dar conferencias en Harvard porque "no es fácil estar una semana fuera de Buenos Aires". Borges intenta fundar una "ensangrentada épica orillera". A diferencia de Benjamin, cuyos héroes épicos los encuentra ya hechos en el censo de Baudelaire, Borges los recluta en el suburbio porteño: en el Sur, que "comienza del otro lado de la calle Rivadavia". Allí están los malevos, compadritos y rufianes que pueblan sus cuentos y protagonizan su épica. Historias de cuchilleros.
Para la iconografía de las izquierdas, Cortázar suele estar en la misma foto que el Che. Pero vos contás en tu libro que no era tan así.
Así es, por dos motivos referidos por el mismo Cortázar, a quien conocí en Santiago de Chile en la asunción del mando de Salvador Allende, en 1970. Compartimos algunos desayunos de trabajo durante una semana muy rica en experiencias. Allí hizo una certera observación sobre la película La hora de los hornos de Pino Solanas. Según Cortázar, Eva Perón tenía poco protagonismo en esa película. Años después (1986), leí su novela El examen y me encontré con un santuario donde Eva es velada y reducida a un hueso sobre un colchoncito de algodón, rodeada de "negras cotudas" y "hombres de negro con aire de pericón desganado". Eva estaba deslucida en la película, pero luego Cortázar la degradó hasta la procacidad. No soy peronista, pero tampoco "gorila", como el novelista. El peronismo ya no es un partido político, es una cultura, insoslayable, pertenece a nuestra historia.
Definís como "gorila" a uno de los referentes de la intelectualidad de izquierda...
Sí, y se comprende si leemos detenidamente su último libro, Salvo el Crepúsculo, donde dice: "Despegué de Argentina cuando Perón destronó a Zeus de mi casa", tema astutamente alegorizado en su cuento "Casa tomada".
¿Por eso en el libro decís que Cortázar no fue un exiliado sino un prófugo y un impostor?
Sí, quizá mi cuestionamiento sea demasiado atrevido. Es un impostor porque escribe un cuento llamado "Reunión" donde narra el desembarco del Granma en Cuba. El protagonista es un médico asmático: el Che. Y le atribuye algo que seguramente a él le disgustó: que la revolución la motivaba "un romanticismo desenfrenado". El Che leyó el cuento y desautorizó su publicación. Cortázar me confió esto cuando le pregunté si lo había conocido. Me dijo que no porque en su viaje a Cuba (1963) le preguntó a Fidel por el Comandante y Fidel le respondió que estaba macheteando en la zafra. Envió a un emisario para comunicarle que en la Habana estaba "Cortázar, que escribió un cuento sobre vos". Pero el Che respondió: "No me interesa". Y Cortázar, a escondidas, publicó el cuento en México. Una mala pasada a la populosa voz del Comandante. Una impostura y artera traición.
En tu libro hay un Borges y un Cortázar bastantes incómodos para el lector. Se supone que ambos se encuentran en las antípodas ideológicas y, sin embargo, parece que los une un mismo "espanto": el peronismo. ¿Cómo se explica eso?
Las motivaciones son muy distintas. Borges es un patricio. No es casual que acuda a la épica: es una forma de exaltar su linaje. Borges lamenta haberle cantado a la espada en sus poemas y no haberla empuñado como sus abuelos. El gorilismo de Borges quizá proceda de aquí. Perón, según su visión, llevó al colmo la demagogia. No es solo un "gorila": descree incluso de la democracia: para él es "un abuso de la estadística". Más aún, nos dice que "EEUU, trabado por la superstición de la democracia, no se decide a ser un Imperio".
En Cortázar es diferente: descreía de todo populismo. Y el peronismo lo fue en todas sus versiones. De ahí que optara por Cuba, Chile y Nicaragua. Julio Cortázar no era reaccionario, pero decididamente sí era un "gorila". Hoy, el populismo está en el centro del debate político, después de las recientes novelas de Piglia.
A Bioy Casares lo presentás como ginecólogo...
Sí, pero sin espéculo. Es una picardía. Bioy, aseguran, era muy seductor: un buen escritor "bon vivant". Veía a la mujer desde la prosa enseñoreada de un lustroso estanciero de la Pampa Húmeda. No cuenta historias de amor, sino amoríos efímeros. La vivacidad de sus relatos permite conjeturar que son autobiográficos.