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Laberintos humanos. Ruidos extraños

Jueves, 08 de octubre de 2015 20:24
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Laberintos humanos. Ruidos extraños

Armando, Carla Cruz y el Varela me convencieron de seguir escribiendo estos Laberintos Humanos. Para ellos era una cuestión de vida o muerte, porque no son más que personajes de esta ficción, cuando empezaba a tratarse de algo más aunque aún yo lo ignorara.

Dicen que uno es el último en enterarse, y aunque esa frase se acuñe con otros fines, bien cuadraba para esa casa de los altos de Tilcara, porque en algún lugar lejano de la galaxia, así como usted lo hace, alguien más leía estos cuentos cierto que con más preocupación que placer.

Para alguna persona, o algo parecido, que se acercaba a la Tierra en su nave, las palabras laberintos, humanos, abuelo, virtual y Varela le decían cosas que para nosotros siguen siendo arcanas, le despertaba temores que para nosotros pueden resultar ridículos, y acaso lo sean, pero que los determinaron a estacionar su objeto volador en mi barrio.

Eso no lo supe ni empecé siquiera a sospecharlo cuando ocharon los perros del vecino a deshora, gritando como si se le fueran a ir los dientes por entre los ladridos, hasta que les escuchamos un quejido agudo que pronto sonó al de un cuerpo que se desinflaba y entonces el silencio preocupante se coló por entre el viento de las alturas.

Nos miramos los cuatro y nos pusimos de pie para salir de la casa, ver qué sucedía, y escuchamos que alguien se ocultaba tras el yuyaje. En el suelo quedaban las marcas de una quemazón y de los perros nada, como si se hubieran desintegrado en el polvo que dejaron en la calle al cavar las cloacas.

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