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Laberintos humanos. La nave

Viernes, 09 de octubre de 2015 19:00
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Laberintos humanos. La nave

Con Armando, Carla Cruz y el Varela vimos la quemazón en el suelo y sentimos que alguien se escabullía por entre los yuyales. Nos miramos preocupados pero del todo ajenos a las dimensiones del conflicto que se desataba, cuando el Varela descubrió una huella de tres dedos grande como un pie humano.

El rastro iba en dirección al piletón de Agua de los Andes. Tomando las precauciones del caso, parapetándonos en cuanta pirca o tronco hubiera, ocultos tras alguna pila de adobes fuimos subiendo hasta llegar a la alambrada, buscar agachados la entrada, asomarnos por el borde del piletón y ver la extraña nave.

Estaba oculta bajo el agua. En la superficie explotaban burbujas como si hirviera y el líquido estaba teñido de una sustancia amarillenta que no sabía a nada bueno. El aire parecía infecto de un olor de jazmines impropio para la zona y el sol de la tarde se reflejaba en la cúpula de la nave que empezaba a subir.

Lo hizo hasta ponerse a nuestra altura, abrir una escotilla metálica y mostrarnos una silueta muy delgada, de un color verde fosforescente, que en algún lugar de su superficie dibujó algo que nos pareció ser una sonrisa extraterrestre. Luego extendió un brazo que terminaba en dos dedos largos, y en el acto aparecimos en lo que debía ser el interior de ese artefacto.

No había un solo control a la vista. No había más que paredes lisas sin nada que se pareciera a nuestras sillas ni a nuestras mesas, a butacas ni a camas, sino el vacío aterrador de seres que eran sin duda superiores a nosotros.

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