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Laberintos humanos. El último piropo

Lunes, 16 de noviembre de 2015 17:43
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Laberintos humanos. El último piropo

Mi nombre es Eulalia, me dijo la abuela, y vaya a saber por qué me dicen doña Eulalia. Así me llaman por la calle cuando me saludan, ya sean jóvenes o viejos, que hará como veinte años que nadie me dice un piropo, y se me hace que el último fue más bien por error.

La Josefina, que es mi amiga, insiste en que no fue una equivocación sino un acto de caridad cristiana, porque nadie le niega un lindo piropo a una viejita, pero yo prefiero creer que me lo dedicaron por estas lindas piernas que, usted no va a creer, pero hace muchos carnavales no sólo levantaban polvareda.

Me le hice la sorda a la Josefina, que a esta edad no cuesta demasiado, pero eso hago siempre cuando no me gusta lo que me dicen, como cuando voy al almacén y me dan un precio descuidado. Usted no me va a creer, pero la sordera sirve para combatir la inflación, porque yo pago lo que venía pagando desde antes nomas, total que todos piensan que es porque no les escuché el aumento.

Pero cuando inventé el rap, que es lo que vengo a contarle, no era sorda ni me hacía, que total si en esa rueda de coplas no se entendía nada de tanto barullo que había. Usted si quiere me cree y si no quiere no lo haga, como hago yo cuando la Josefina me dice que para que vas a molestar a don Dubin con tus cuentos de vieja, pero a mí se me hace que a usted le va a servir.

Y si no le sirve, no lo use, como hago yo con los piropos que ya nadie me dice porque soy vieja, ¿que para qué los quiero ya? Si el último, si no recuerdo mal, me lo dijeron como hace veinte años.

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