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Laberintos humanos. Lecturas infantiles

Lunes, 23 de noviembre de 2015 01:30
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Laberintos humanos. Lecturas infantiles

Doña Eulalia se fue decepcionada cuando supo que no pagaba por los cuentos y supongo que ya debe andar hablando mal de mí. Que se le va a hacer, pero los Laberintos Humanos no cuentan con más presupuesto que el de mi sueldo, y además que doña Eulalia no dejaba de ser un personaje de estas historias.

¿Desde cuándo cobran los personajes de los cuentos? Ni ella, ni ese que estaba echado casi dormido bajo un molle, contra todo concejo, vistiendo la saya gris de algo así como de un monje. No parecía tratarse de esos machaditos que terminan la noche en algún amanecer callejero, ni un turista de aquellos que venden pulseras y no tienen para pagar un hotel.

Si a algo se parecía, era más bien a un caballero andante, de aquellos de la antigua caballería. Y aunque a Tilcara sabe llegar gente de todo tipo, jamás pensé que éste habría rescatado princesas de cuevas con ogros y dragones, aunque cuando levantó la vista fue lo que me dijo: tiene buen ojo, don Dubin, así como me vio ya me adivinó el oficio.

Si usted supiera la de cosas que pasé antes de abandonar las vanidades de este mundo, me dijo bajando la vista como si quisiera evitar el recuerdo. Lo de las princesas, los ogros y los dragones es lo de menos, agregó, pero ese fue el comienzo, cuando a la Mesa Redonda llegó el pedido de rescate de aquella dama y el rey Arturo me encomendó la aventura.

Y la mención de la mesa, del rey y de la doncella me llevaron a lejanas lecturas infantiles que guardo en mi corazón, me senté a su lado y lo escuché con atención.

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