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Laberintos humanos. Billetes de cien

Jueves, 10 de diciembre de 2015 17:24
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Laberintos humanos. Billetes de cien

La muchacha empezó a contarme que lo conoció haciendo compras en la panadería, y en seguida me aclaró que es un lugar como cualquier otro para conocer un amor. ¿O acaso es mejor internet que una panadería?, me preguntó. Cada quien se enamora como quiere, dijo.

Me enamoré cuando sacó un billete de cien para pagar medio kilo de pan, y como la vendedora le dijo que no le alcanzaba para el vuelto, le dijo que le agregara unas facturas hasta completar lo que le faltaba. Entonces usted se enamoró de ese billete de cien pesos, le dije, no del hombre.

Para nada, me dijo la muchacha muy segura de sus sentimientos, más bien me enamoré de los otros varios billetes de cien pesos que le vi en la billetera, que ni siquiera los llevaba arrugados en el bolsillo, me aclaró. Y al verlos nomás le dediqué la mejor de mis sonrisas, me dijo. ¿Al joven o a sus billetes?, le pregunté.

No se haga el gracioso, don Dubin. No estoy tan loca como para sonreírle a unos billetes, le sonreí al hombre que tenía tantos billetes de cien en su billetera. ¿Y qué pasó después?, le pregunté para que me respondiera que el joven guardó su billetera en el bolsillo, agarró la bolsa con pan y facturas y me devolvió la sonrisa.

Es un buen comienzo, le dije. ¿Cuál?, me preguntó. Que le devolviera la sonrisa, le dije. El tema, me dijo, es que la sonrisa que me devolvió era la mía, no la suya. Es un problema, le dije y le pregunté qué hizo con la sonrisa que le había devuelto. No se burle de mí, me dijo bajando la vista, sepa que una puede ser mala si quiere.

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