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Laberintos humanos. Otras probabilidades
Vea que puede ser mala una mujer si la provocan, me dijo la joven provocativamente. Yo sólo le había sonreído y él me devolvió mi propia sonrisa como si no la quisiera, me dijo escandalizada. Puede ser porque acaso no la querría, le dije. Es una de las probabilidades, me dijo. Después hay otras muchas.
¿Cuáles?, quise saber. Puede ser por timidez, me dijo. Puede ser, le dije. Puede ser porque ese día estaba preocupado por otros temas, me dijo. Puede ser, le dije. También puede ser porque se trate de esos hombres que prefieren ver lágrimas en las mujeres en vez de sonrisas, me dijo. Y esa clase de hombres es despreciable, agregó.
Y si es despreciable, ¿para qué lo quiere?, le pregunté asombrado. Es que el amor no tiene explicación, me dijo. ¿Nunca escuchó hablar de aquellos que siguen a un equipo de fútbol que nunca gana, que siempre le da malos momentos a sus hinchas que sin embargo no pueden cambiar de equipo?
No todo es tan fácil como usted cree, me dijo. Cuando el joven me devolvió la mejor de mis sonrisas, yo ya estaba perdidamente enamorada, me dijo. Capaz que él no creyera que esa sonrisa era lo mejor que pudiera darle, opiné. Vea, me dijo sonriendo una sonrisa que, la verdad, no era demasiado linda.
¿Así le sonrió? Es la única sonrisa que tengo, me dijo. ¿Qué pretende? ¿Que pida prestada una sonrisa para gustarle?, quiso saber sin mucho éxito porque ya la conversación me tenía cansado. Era lo mejor que tenía para darle, y debía conformarse con ello, ¿o quién se cree que es, al fin de cuentas?