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Los ministros y la campaña sucia según Urtubey

Domingo, 15 de marzo de 2015 00:09
El gobernador Urtubey y el ministro Juan Pablo Rodríguez
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El relato político de esta semana tiene que ver indudablemente con la campaña y las características de una acción proselitista que peligrosamente va tomando rumbos hacia el costado de la violencia a medida que se aproxima la fecha de las internas abiertas.
Hace unos días el gobernador Juan Manuel Urtubey advirtió, sin dar mayores precisiones, sobre una campaña sucia e invitó a la oposición a debatir. Desde aquel momento esa propuesta se ha transformado en una obstinación del frente oficialista que ve en la confrontación de ideas la única posibilidad de levantar la desgastada imagen de sus candidatos.
La oposición, por su parte, observa y sospecha de la neutralidad de moderadores y territorios y prefiere seguir con su negocio: recorrer la provincia y sumar voluntades. Al fin de cuentas no le va tan mal, sobre todo en lugares como Orán donde gana cada vez más espacios.
Pero extrañamente, y volviendo a la campaña sucia, ni Urtubey ni su ministro político, Juan Pablo Rodríguez, se refirieron al brutal ataque que sufrió el exconcejal Carlos Marín en una emboscada de pegatineros que trabajan para la campaña del gobernador.
Es de suponer que la "campaña sucia" a la que hacía mención el mandatario hace unos días no se refería a acciones de esta naturaleza, donde la impunidad deja su huella de delito e injusticia, amparada por el aparato el Estado y el manejo del dinero público.
Cuando la situación exigía una respuesta política, tuvo que ser el ministro de Seguridad, Cornejo D'Andrea, quien saliera a repudiar el hecho, sin poder explicar concretamente por qué en el lugar del ataque, en el acceso a villa Palacios, no había cámaras de seguridad. Pese a las denuncias y a estar identificados los agresores, hasta el momento no hubo detenidos.
Esta desconexión de las áreas del Gobierno en temas específicos viene siendo una constante, a tal punto que la inacción del Ejecutivo siempre aparece intencionada y con el único objetivo de ocultar responsabilidades.
Así queda demostrado también con lo que ocurrió en Orán, donde el ministro de Trabajo, Eduardo Costello, tuvo que dar explicaciones por la crisis energética a los enardecidos vecinos que sufrieron por varios días los cortes de luz, tras la caída de una torre eléctrica en Jujuy. Depender de las variables climáticas y de la infraestructura de una provincia vecina, teniendo generación propia, fue un argumento en la opinión pública que destrozó al ministro Costello. Ensayó una defensa infantil. "La culpa de todo la tiene la oposición", aseguró, y fue carne de los leones. Así lo mandaron: sin argumentos, herramientas, ni discurso. Desamparado.
Urtubey solo se apareció por el lugar tiempo después con una solución provisoria y de contingencia que caldeó aún más los ánimos de los vecinos.
Pero esta situación en Orán, un bastión político que al parecer el oficialismo ya da por perdido, es un reflejo de lo que ocurre en el gabinete. Los ánimos están caldeados también en la propia tropa. Los ministros no son consultados y las decisiones surgen como respuestas desordenadas y sin planificación.
Trabajo tiene que dar explicaciones sobre la crisis energética y la cartera de Seguridad debe hablar sobre la campaña política; así están las cosas.
En el entorno oficialista advierten que el primero que se dio cuenta de esta situación fue el exministro de Gobierno Eduardo Sylvester, para quien la candidatura a legislador resultó una salida elegante.
"Vio tan poco rumbo que decidió jugarse por afuera y esto está pasando también con varios intendentes", admitió una fuente cercana al esquema político del Gobierno.
En el seno mismo del poder existe la certeza de que habrá un cambio, que ya es inminente pero que no será Urtubey quien esté al frente de ese proceso.
Los sectores del urtubeycismo menos cegados por la soberbia del líder, empiezan a admitir que campaña se hace todos los días en una gestión y no solo en los momentos preelectorales.
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