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Urtubey y su razonamiento: el Estado sirve para todo, menos para contar votos | Panorama salteño

Domingo, 19 de abril de 2015 01:30
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"Hoy tenemos un Estado al servicio de la sociedad", aseguró el gobernador Juan Manuel Urtubey y la frase se sumó a la diatriba de expresiones eufóricas que el mandatario acostumbra con más frecuencia.
Tal vez porque el gobernador consiguió reposicionar al Estado, la certeza de sus palabras se torna inobjetable: después de todo Urtubey en la provincia estatizó la salud, el transporte, los servicios sanitarios y hasta los juegos de azar.
Si la aplicación de estas políticas resulta positiva o negativa, será la conclusión de un análisis que cada salteño deberá hacer a lo largo del tiempo.
Pero la visión que tiene mucha gente es que, clientelismo de por medio, Urtubey pensó y piensa al Estado como generador de empleo y, para disimular esta práctica, coloca a ese mismo Estado como garante del bienestar de los ciudadanos. Detrás de esta forma de hacer política se oculta una de las grandes contradicciones en las que suele caer el mandatario, sobre todo cuando se evidencia que esa doctrina no es consecuente para todos los derechos que asisten a la población y el derecho al voto, desde la libre voluntad de los electores, es uno de ellos.
Resulta extraño que siendo el gobernador un defensor del Estado, haya resignado el rol fundamental del control del voto universal a una empresa privada que él mismo se encargó de promover y que cuenta con serios cuestionamientos sobre su actuación en elecciones pasadas en otras provincias.
Sospechas al margen, esta actitud demuestra una contradicción espantosa. Urtubey asegura que puso al Estado al servicio del pueblo, pero para reflejar la voluntad popular recurre a una empresa privada que tiene sugestivos antecedentes.
Una rápida inspección por los archivos periodísticos señala a la firma Magic Software Argentina (MSA) con procedimientos bastante cuestionables en ocasión de las elecciones municipales de 2008, en Río Cuarto, Córdoba.
En el desarrollo de aquel escrutinio no faltaron las irregularidades: al igual que en Salta, MSA puso terminales con software privativo (no quiso dar a conocer el código fuente con el argumento de la propiedad intelectual) y, en pleno recuento electrónico, el sistema se cayó abruptamente durante 10 minutos (lo mismo que ocurrió en esta provincia en las elecciones del domingo pasado). Cualquier parecido con lo que ocurrió aquí no es pura casualidad.
Pero para el Gobierno lo que importa es "ganar como sea". Fiel a ese estilo y con los números favorables que a ellos mismos les sorprende, los funcionarios ningunean los reclamos ante el Tribunal Electoral. Se sienten inmortales.
Pero en esa absurda euforia triunfalista se olvidan de que más de la mitad de la población salteña le dijo no a Urtubey y que la sospecha sobre el funcionamiento del voto electrónico gana espacio en la opinión pública.
Fue la propia empresa promovida por Urtubey la que reconoció que fallaron casi 300 máquinas solo en Salta capital. ¿Qué habrá pasado entonces en el resto de la provincia?
¿Qué sucedió con aquellos 10 minutos cuando se cayó el sistema y se recuperó con una abultada diferencia a favor del oficialismo? ¿Por qué las máquinas se tildaban? ¿Por qué las boletas marcaban candidatos distintos a la elección de los votantes? ¿Por qué muchas de esas boletas aparecían en blanco luego de pasar por las máquinas? ¿Por qué los troqueles que certificaban la votación tenían nombre o número de DNI distinto al del elector? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta.
Será cuestión entonces de esperar, en nombre del Estado y la democracia, que se acepten los reclamos ante la Justicia Electoral o que al menos se tomen los recaudos para garantizar transparencia el 17 de mayo; si una máquina falla, pues que allí se suspenda el comicio para evitar que un tercero, privado y ajeno a la Justicia ingrese con una máquina nueva, vulnerando la seguridad del valioso contenido.
Si el oficialismo, con el gobernador a la cabeza, está tan seguro de que el resultado de las PASO refleja la legítima voluntad popular, entonces despejará cualquier suspicacia que pueda dejar el sistema electrónico.
Si hay plena convicción del apoyo masivo de la gente no tendría que haber ningún problema.
La tranquilidad de no tener nada que ocultar no tiene precio.

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