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El reloj marca las 9.30, desde la madrugada la casa de Ana Aramayo de 35 años, en villa Los Sauces, está perfumada con el olor de las humitas recién cocidas, tanto dulces como saladas. Desde hace cuatro años se levanta dispuesta a trabajar durante este tiempo de fe, desayuna unos mates y carga en una conservadora azul las tan ansiadas humitas que fueron producto de toda una noche de trabajo. Esta vez el número ascendió a 200.
Llena de energía sale hacia el centro, allí se ubica en la misma esquina que eligió hace años, Ituzaingó y Urquiza. En un rincón monta su pequeño puesto y se dedica a vender las humitas, al final de cada venta no puede faltar la frase "felices Pascuas, la espero el año que viene".
Ella asegura que su trabajo la llena de gratificaciones porque es muy creyente y se siente bendecida de que muchas familias compartan durante este tiempo especial la comida que preparó; además disfruta de un tiempo valioso con sus cinco hijos, quienes son una parte fundamental en la producción de las 200 humitas que realizan a diario.
"Hace cuatro años que comencé a hacer esto, primero por necesidad, soy madre soltera y tengo que alimentar, vestir y educar a mis hijos. Con el tiempo las gratificaciones y alegrías que me dio este oficio lograron cambiar el rumbo de mi vida", relató a El Tribuno.
Su sonrisa es algo que la caracteriza, su dulzura al hablar despierta ternura y es eso mismo lo que intenta agregarle a su trabajo. "La receta la fui perfeccionando con el tiempo y debo decir que felizmente ya tengo una clientela fija en la calle y en algunos restaurantes", contó.
De compras
En la feria ubicada sobre la calle General Paz realiza las compras diarias, choclo blanco, cebolla, morrón y laurel. En la misma fiambrería de siempre encarga la grasa de cerdo y el queso, que no es de cabra porque es casi imposible de costear. "Las tareas en casa están divididas, todos mis hijos saben qué es lo que les toca hacer y no reprochan nada".
Juntos "descogotan el choclo" y lo limpian. "Mis hijos más grandes desgranan y muelen", explicó. Mientras tanto ella se dedica a realizar un rehogado con grasa de cerdo, morrón, cebolla y los condimentos que luego serán mezclados con el choclo molido. "Mi hija prepara las chalas y hace las tiras para amarrarlas, además pone el queso en cada humita. Todo el trabajo está sincronizado", explicó.
Cuando las humitas están armadas son cocinadas en una gran olla con agua hirviendo, la tarea termina entrada la madrugada, donde la familia se dispone a descansar algunas horas para poder salir luego a venderlas.
"Es un trabajo muy laborioso, pero que me da de comer y me permite compartir la fe con otras personas", comentó Ana, asegurando sentirse muy agradecida por lo que hace.
A pocos metros estaba Cristina; ella, al igual que muchas mujeres, coparon los pasillos del mercado San Miguel en búsqueda de los ingredientes clásicos para realizar las comidas de Pascua. Abrigada con una campera gris y muy bien arreglada, degustaba los quesos de un puesto con salida a la calle Urquiza.
"Todos los años vengo a buscar los ingredientes para hacer humitas con mi familia. Es una tradición y un momento de reencuentro", explicó a este diario. Tras probar algunos trozos tomó la decisión final y compró medio kilo de queso de vaca, "bien sequito por favor", le dijo a la vendedora.
Ella sigue realizando la receta que pasó de mano en mano por los miembros de su familia y que los une con el mismo fin. A su lado dos mujeres se preguntaban la una a la otra: "¿Compramos de vaca o de cabra?", mientras contaban la cantidad de gente que iba a degustar sus preparaciones. No tardaron en decidir, "déme un kilo de queso de cabra".
El mercado se pobló de gente que trataba de conseguir los ingredientes para realizar un menú especial y disfrutar de la Pascua en familia.
Durante las conversaciones intercambiaron recetas, secretos y nuevas ideas.
Cordero, ya no es tradición
Comer cordero el domingo de pascuas es una tradición que se va perdiendo con el tiempo. Son pocos los que mantienen la costumbre de preparar esta carne como plato central del almuerzo pascual.
"Me acuerdo que cuando era chica, en mi casa era infaltable que ese domingo mi papá trajera el cordero y mi mamá lo preparara en el horno de barro. Es una linda tradición que ya no se ve como antes", dijo a El Tribuno Lidia Soraire, presidenta de la Liga de Amas de Casa de Salta.
El rito fundamental de la Pascua era la cena en familia o en fraternidad y a base de cordero (signo de la compasión de Dios), entre otros alimentos.
En el interior
"Es una costumbre que la vivieron a pleno las personas mayores. Actualmente se está perdiendo la costumbre en la ciudad aunque en algunas localidades vallistas todavía conservan intacta la tradición", aseguró Mary Córdoba, de la Asociación de Jubilados.