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| Panorama salteño

Domingo, 10 de mayo de 2015 00:29
El gobernador Juan Manuel Urtubey, al momento de emitir su voto.
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Cuando falta exactamente una semana para las elecciones generales en la provincia, el oficialismo aparece determinado en mostrar que este modelo es el que la gente ha elegido en forma unánime y que esta gestión es la más exitosa en la historia de Salta.
El empeño del gigantesco aparato estatal puesto a favor de las candidaturas de Juan Manuel Urtubey y sus seguidores está focalizado en convencer a la opinión pública de que el resultado será ahora más abultado que en las primarias del 12 de abril y que esos números terminarán por legitimar una gestión que siete años después sigue viendo fantasmas del gobierno anterior.
Es evidente que esos fantasmas no han podido ser derrotados en todo este tiempo y que muy difícilmente se pueda lograr. A pesar de los años transcurridos, el peso y la diferencia en la gestión de uno y otro gobierno son demasiado evidentes como para tratar de ocultar la visión estadista y de proyección regional que supo tener la provincia, con parches e inauguraciones de último momento que aparecen sugestivamente horas antes de los comicios.
Esta subestimación a la inteligencia de la gente que se practica por estos días sin pudor es lo que más molesta. Para el caso, resulta chocante e increíble ver que en pocas horas se pavimentaron varias calles que por años estuvieron descuidadas. Justo ahora se ve a las cuadrillas trabajando día y noche. Lo mismo pasa en el resto de la provincia con obras que pretenden imponer una especie de maquillaje para la ocasión, lucecitas montadas para la escena electoral del próximo domingo.
Pero la realidad muestra de manera insoslayable que hay distancias enormes entre el relato desarrollado hábilmente por el gobierno y los padecimientos de miles de familias que no pueden ni siquiera aspirar a una vida sin sobresaltos laborales y económicos. Ni hablar de salud, vivienda, educación, seguridad y otros ítems deficitarios en Salta.
"Falta mucho por hacer", repite incansablemente el eslogan de Urtubey en una frase remanida que suena más a justificación que a propuesta, sostenida por cuidadas y costosas publicidades donde resalta la felicidad y el supuesto bienestar de la gente.
Mientras tanto, recitales, espectáculos deportivos, estrellas del fútbol y de la música en escenarios por doquier contribuyen a esa sensación de que Salta es un paraíso, aunque en el fondo todo resulta a beneficio político y emocional del gobernador Urtubey.
Pan y circo o, mejor dicho, circo y después pan con la convicción de un emperador que plantea el control social y la gestión de Estado a través de la diversión, aunque Salta sea la segunda provincia más pobre del país.
Un impulso inexistente para la industria, una calidad de vida para los habitantes que va en picada y miles de salteños que son testigos inmutables de la pérdida de la esperanza, esa que también se incluye como parte de las frases del relato.
Pero ahora vienen las elecciones y sin rubores en el rostro Urtubey y sus funcionarios se piensan infalibles y gestores de un estilo de excelencia en el gobierno. Pero no pueden, o no les conviene, ver a la provincia objetivamente desde la autocrítica constructiva y no declamativa, simplemente porque no les interesa.
Tal vez por eso la transparencia democrática sea lo último que les preocupa. Después de todo lo importante es "ganar como sea": sobre la hora, en posición adelantada o con la mano. Nada importa en ese cambalache de Biblia y calefón; de fútbol y política.

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