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En las primeras consultas con los funcionarios del Gobierno, parecían despejarse algunas de las muchas dudas que el nuevo sistema ofrecía, mostrándose la casi imposibilidad de defraudaciones al votante y detallando las ventajas y oportunidades que la flamante tecnología ofrecía a la sociedad: ahorro de la impresión de votos, nula necesidad de fiscalización, rapidez de escrutinio y otros muchos avances que en general concitaron alto entusiasmo.
El autor de estas líneas, sin embargo, se mostró muy escéptico ante este nuevo "juguete", por varias razones que se detallan a continuación: ¿qué ocurría ante un corte de suministro eléctrico?, ¿cómo se daba respuesta al rechazo que en general despierta la nueva tecnología en personas mayores o con fragilidad de conocimientos?, ¿qué pasaba en los lugares en los que directamente no hay suministro eléctrico?, ¿a cuánto ascendía el costo del nuevo sistema?, ¿cómo incidían los veloces cambios tecnológicos del mundo de la computación en el nuevo sistema y qué costos representaban?, ¿qué garantías existían de que no se podría burlar la voluntad popular?...
Éstas y otras preguntas se formularon a las autoridades responsables, las que se respondieron satisfactoriamente sólo en parte.
No quedó claro, por ejemplo, por qué debía aceptarse un sistema que, el propio Gobierno admitía, representaba altos y mayores costos que el anterior.
Tampoco sonaba aceptable que las escuelas sin servicio eléctrico dispusieran de generadores para la elección, pero que volvieran a quedar sin el fluido eléctrico al día siguiente.
En especial, quedaron fuertes dudas acerca de la posibilidad de que se pudiera "defraudar" a los votantes; o sea, de la posibilidad "de fraude".
Sin perjuicio de estas inquietantes preguntas no muy satisfactoriamente respondidas, se soslayaba una cuestión mucho más importante que el nuevo sistema en relación con el anterior del voto-papel: ¿en qué medida el voto electrónico resolvía la cuestión de fondo, el problema de las listas sábanas?...
El mismo perro con otro collar
En efecto, el voto electrónico, aunque todas las dudas expuestas no hubieran existido, no cambiaba lo sustancial que es el problema de las listas sábanas, que suponen un "combo", por el que, "por el mismo precio" además del mejor actor, que se supone que es el cabeza de lista, el votante se lleva varios "premios" más, en muchos casos, impresentables.
Para decirlo de otra forma, con el voto sábana, detrás de "la Madre Teresa", se cuelan varios diablos más...
El sistema de la lista sábana no sólo es perverso porque "se cuelan los diablos", sino porque representa un sistema completamente injusto en cuanto a los "premios" y las chances para conseguirlo, o sea, los diputados y concejales electos son iguales en cuanto a la dieta que perciben, los fueros y otros atributos.
Sin embargo, no lo son en términos de la chance que tienen de acceder a su cargo.
Es como una lotería que paga lo mismo pero en la que no todos los números tienen la misma chance de salir sorteados.
Por supuesto, este sistema, tarde o temprano lleva a la fragmentación de partidos que hoy se aprecia, porque las probabilidades mayores de resultar electo se dan cuando se es cabeza de lista; por lo tanto, alguien que pretende ser legislador advierte que mejor que ubicarse segundo o tercero en la lista, es armar un partido político nuevo y encabezar su propia lista...
La solución, en consecuencia, pasa por asignar las mismas chances a todos los participantes, lo que anula el deseo de los competidores de armar su propio partido político, ya que, excepto por el orden alfabético, "Álvarez, María" no tiene más probabilidades que "Zabala, Ernesto" de ser electo, si el votante puede elegir a cualquiera de ellos, pudiendo el elector votar lista completa, o un representante de cada partido político, si ése es su deseo.
Claramente, ningún candidato tendría necesidad de armar su propia lista porque el partido político que forme no le daría más chances que mantenerse en el que está, si cuenta con la aceptación de la ciudadanía, porque no habría ningún "lugar especial" en las listas de candidatos.
Por supuesto, la instrumentación de este sistema es un tema en sí mismo, pero no está de más añadir que el voto electrónico no representaría en este caso ninguna ventaja especial, porque habría una sola impresión de boletas a cargo del Estado, supervisada por los partidos políticos, y los votantes las retirarían de los propios partidos políticos y/u organismos gubernamentales, etc. con tiempo, y concienzudamente analizarían la conformación de su voto, el cual, como se decía, puede construirse con candidatos de uno o más partidos políticos, a elección del votante, como debe ser.
La representación popular de diputados y concejales, debería ser equivalente a la muestra de sangre que nos toma el bioquímico, y como ésta, tiene que ser "representativa".
El sistema de listas-sábana, con o sin voto electrónico, es una forma más de burlar, aunque sea indirectamente, la voluntad popular, y torcerla en favor de los diablos...