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Laberintos humanos. Justo salario | opinion

Domingo, 24 de mayo de 2015 00:00
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Laberintos humanos. Justo salario

Carla Cruz vio como el hombrecito se lastimaba la cabeza golpeándola contra el tronco de un árbol, repitiendo que se merecía las cosas que le pasaban porque había creído en las promesas de ese hombre, y entonces lo escuchó decirle que mejor se fuera de allí, no sea cosa de que también ella cayera en sus redes.

Hace unos meses fue que lo vi pasar por estas mismas tierras, y me dijo que si trabajaba para él me daría la gobernación de no sé qué paraje. Yo nunca había aspirado a tanto, ni siquiera soñé con ser intendente ni menos concejal, ¿qué iba a querer una gobernación? Pero el hombre me dijo que él no me pagaría con menos.

Y por un instante perdí la cordura y creí que era posible que me haya tocado la suerte y lo seguí. Lo seguí sin siquiera avisar en casa que me iba, cuando volviera ya gozarían mi mujer y mis hijos de las riquezas que les llevaría, pero nos las pasamos todo este tiempo persiguiendo fantasmas, peleando con molinos de viento, enamorando a pastoras que el pobre tonto creía que eran princesas.

¿Qué me iba a dar una gobernación? Ni un cargo en el municipio podía darme semejante loco en su locura, porque el primero en creerse tantas macanas era él mismo. ¿No le digo que es mejor huir de su presencia?, le dijo el gordito y Carla Cruz recordó que el hombre solitario ya le había hablado de ese hombre.

Pensó que era mejor dejar ese paraje de locos y seguir camino al valle, de donde ascendía la columna de humo negro que ya viera desde el abra, pero entonces vio salir al hombre de su casa.

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