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Laberintos humanos. Magníficos guerreros
Un viento le había robado el teléfono celular de la mano para que se le cayera por el barranco, y la pérdida de contacto con el Abuelo Virtual se le sumaba a la de Pablo, de quien se había prendado peleando contra los Varela en Huichaira. La pérdida de Pablo, Pedro y del amigo Esteban Franco, magníficos guerreros.
Entonces sintió que, junto a la columna de viento negro que subía desde el valle, también le llegaba el murmullo de una multitud desesperada que huía por la playa del Río Grande, y no tardó en darles alcance para escucharles decir que huían de los Varela. Escuchar esas palabras fue para Carla Cruz entender que se cerraba el círculo de su aventura.
La victoria de Pablo, Pedro y Esteban Cruz contra los Varela fue, sin embargo, su esperanza. Saber que los bárbaros motoqueros seguían asolando la tierra fue tener para sí que sus amigos fueron derrotados. ¿Qué le quedaba entonces? Fue en ese momento que decidió quedarse para enfrentarlos a la retaguardia de tanta gente que huía levantando la negra polvareda.
Y cuando el último de los pobladores se alejó hacia el sur, donde la tierra fuera invadida por la selva, sintió que se acercaban los motores de las motocicletas y respiró profundo. Se plantó en medio de la playa para esperarlos, cuando entre los últimos montículos de la tierra que arrumbaba el río en su crecida, los vio saltar sobre sus ruedas.
Eran decenas de motocicletas que se superponían en el aire para volver a descender, y era un espectáculo bello en el mismo horror que el combate le brindaba.