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La curiosidad le ganó a los 13 años. Empezó a zambullirse en el mundo de la herrería cuando su papá abrió el taller. De él aprendió el oficio.
Primero comenzó reconociendo las herramientas. Luego se las acercaba a su papá mientras trabajaba. El paso siguiente fue cortar los hierros bajo las indicaciones y la mirada atenta de Ramón. Y, de a poco, se convirtió en su mano derecha.
Hoy comparten el mismo espacio de trabajo y, aunque son padre e hija, la relación laboral marcha sobre rieles. "La verdad que siempre tuve facilidad para la herrería. Creo que se requiere constancia más que cierta condición", explicó Anita, como la llaman en su casa.
Se dice que el dios griego Hefesto es considerado el herrero de las deidades. Era un artesano con habilidades específicas que fabricó la mayoría de las espadas de los dioses. Anita, como aquella vecina de cualquier aldea, también tiene en sus manos el arte de crear elementos para la protección. Es que su taller básicamente se dedica a los enrejados y elementos de seguridad para las casas. De hecho, su primer trabajo por encargo fue una reja.
Lo artesanal también es parte de su sello personal. "Nunca hacés un trabajo igual a otro. Cada uno es un nuevo desafío y verlo terminado es gratificante", dijo. Agregó: "Me gusta la herrería artística, algo que a mi papá, por ejemplo, no le agrada, porque lleva más detalles".
Pero, ¿cómo es ser mujer y ejercer un oficio que tradicionalmente es de hombres? "Cuando me mudé a este barrio, hace unos siete años, los vecinos se sorprendían al verme trabajar en el taller. De a poco se acostumbraron. Algunos clientes, por ejemplo, llegan y solo quieren hablar con mi papá, pero él enseguida les dice que hablar con él es lo mismo que hablar conmigo y aflojan", afirmó.
Ella sostiene que, si se proyecta una familia, la herrería no sería compatible porque es un trabajo duro. Sin embargo, aseguró: "A mis hijos les enseñaría el oficio. Tener un oficio te permite ingeniarte en la vida, crear, proyectar para armar algo".
Pero ella, la mayor de seis hermanos, no tiene la mirada puesta solo en los hierros. En su historia también adjunta una tecnicatura en Electromecánica y hoy estudia para ser Analista Química Biológica. Esta carrera que le permitiría, entre otras tareas, ejercer en un laboratorio.
La mezcla, que podría calificarse de inaudita, no es tal para esta joven cuentapropista. "Cuando mi mamá trabajaba limpiando casas, en una de ellas había una biblioteca. De ahí saqué un libro de química y me gustó. Como tenía facilidad con el hierro, me armé mi pequeño laboratorio en casa", contó. La incursión, dice, le valió destrozar las tazas de porcelana de su abuela, pero sin saberlo ya definía lo que hoy llama "su plan B" para el futuro.