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Laberintos humanos. Camiseta fosforescente | La ficción, Ricardo Dubin

Martes, 23 de junio de 2015 00:00
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Laberintos humanos. Camiseta fosforescente

El Abuelo Virtual les siguió contando a Carla Cruz y al Varela sobre su llegada de chango a la ciudad, sobre el boliche extraño al que entró para escapar de lo extraño de la calle, y sobre el joven que cambió sus ropas con las de él creyendo que esas pilchas de Villazón eran el nuevo grito de la moda.

Así, quien con los años iría a ser el Abuelo Virtual quedó vestido de pantalones de cuero brillante y una camiseta de tira fosforescentes. Tal como había quedado, se miraba en un espejo de vidrio negro que tomaba buena parte de la pared, y le pareció que era como ver a un hombre con tres ojos.

El otro, que con cabellos amarillos desalineados pero cortos y alfileres por toda la cara vestía sus viejas ropas de segunda mano, alcanzó a explicarle que aquello no era mera moda sino un modo de vivir. El joven provinciano pensaba que los modos de vivir no se elegían sino que se heredaban, pero el otro le habló de un mundo sin Dios y sin estado.

Al que con los años iba a ser el Abuelo Virtual, le pareció lógico, porque en otro mundo en el que hubiera Dios y hubiera Estado, esas cosas que veía no serían permitidas. Pero, a pesar del aspecto, este joven le caía bien y lo escuchaba. Le hablaba de cosas que ni siquiera había imaginado, y que de haberlas imaginado poco antes le habrían resultado repelentes.

Y el otro habló hasta que los ruidos rítmicos comenzaron a ocuparlo todo y se volvieron imposibles las palabras. La gente temblaba por doquier. Las mesas mismas y las paredes temblaban y el joven provinciano tuvo miedo.

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