inicia sesión o regístrate.
Laberintos humanos. Descansando
Jamás imaginé que estuvieran entre los Varela, le dijo Carla Cruz a Pablo. Habían acampado, junto al resto de la turba motoquera, cuando los Varela descansaron de correr la vida sin más destino que el de horrorizar. Los Varela estaban echados en torno al fuego asando lo que cazaron en el camino.
Pablo estaba acongojado porque, en el combate, Carla Cruz había terminado, sin saberlo, con las vidas de Pedro y de Estaban Franco. La seguía queriendo, pero no por eso podía perdonarla. ¿Por qué se les unieron?, quiso saber la muchacha y Pablo creyó que era un buen momento para contárselo.
Recordarás que nos quedamos en las ruinas de los edificios de Huichaira para combatirlos. El Abuelo Virtual te había dicho que había que soñar con San Juan, tallarlo y venerarlo para poder escapar, pero ninguno de nosotros había podido soñarlo y hubo que pelear, entonces fue que huiste.
Carla Cruz sentía algo de culpa por ese acto, pero Pablo le aclaró que había hecho lo correcto. La lucha era cosa de hombres, dijo, y nos anochecimos derribando varelas y recibiendo heridas hasta que una voz nos llamó desde los altoparlantes. Sonaba como la convocatoria escolar a un acto patrio, pero era más bien una suerte de voz divina que nos aconsejaba.
Carla Cruz empezó a sospechar que podía tratarse del mismo Abuelo Virtual que la guiaba desde su teléfono celular, el aparato que había perdido, y escuchó atenta al relato de su amado y acongojado guerrero. La voz de los altoparlantes nos dijo que podíamos solicitar ayuda, nosotros y los Varela.