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El Fifagate: otra caja de Pandora
Con esa sagacidad innata para ubicar conspiraciones a la vuelta de cualquier esquina -que haría las delicias de John le Carré-, el progresismo vernáculo decretó que el sainete de la FIFA fue una maniobra del imperialismo para quedarse con el negocio del fútbol a escala mundial, obvio.John Carlin es un acreditado periodista inglés (hijo de escocés y española) que vive en Barcelona, y ha escrito bastante sobre fútbol y política. El viernes 29 de mayo publicó en la sección deportes del diario El País de Madrid un artículo titulado "Conspiraciones, conspiraciones" (http://de portes.elpais.com/deportes/2015/05/29/actualidad/1432916723_ 276843.html). El periodista, jugando al espía, imagina y propone ocho conspiraciones cada una con su lógica, que no tienen desperdicio; remitimos al lector al sitio indicado. La última está dedicada a la Argentina, que aportó tres prófugos, mentando las maniobras de la Sra. de Kirchner en su aproximación geopolítica a Rusia, principal afectada si se cayera su sede mundialista 2018, que Inglaterra creyó asegurada en su momento. Carlin concluía su nota preguntándose si no cabía la posibilidad de que se trate de una investigación judicial, ni más ni menos.
El desconocimiento del sistema legal norteamericano tal vez lleve a imaginar conjuras. Es el mismo país, para poner un ejemplo, que acogió una demanda de daños y perjuicios contra un verdugo del régimen de Stroessner refugiado en Miami, donde lo ubicaron los padres de su víctima. En el leading case "U.S. District Court for the Eastern District of New York, Filártiga vs. Peña-Irala", la Corte en cuestión aplicó el Alien Tort Statute, una ley de reclamo por agravios contra extranjeros vigente desde 1789! para esas situaciones, basada en principios de humanidad.
Una lectura más amplia del suceso indica que, en un contexto de globalización y reacomodamientos estratégicos, Estados Unidos no va a ceder un palmo de su protagonismo internacional. Esta "intervención" aparte de necesaria fue hábil: los malandras temen a sus jueces. Pero como gran potencia también exhibe contradicciones, qué duda cabe. Así, su irrupción en Kosovo, que permitió detener un desastre humanitario ante la defección europea, se contrabalancea con los presos musulmanes de Guantánamo. Una de cal y otra de arena. Son actitudes para entender y tratar de explicarlo no implica justificar acciones fuera de la ley.
La Fédération Internationale de Football Association (FIFA), fundada en 1904, está inscripta y tiene domicilio en Berna. No se trata de un organismo ni ONG internacionales, sino de una entidad civil que se rige por el derecho suizo (art. 1 Estatutos); salvo del Gobierno de Suiza, carece de cualquier otro control. Está integrada por todas las asociaciones nacionales "[...] responsables de organizar y supervisar el fútbol en todas sus formas en su país [...]" y solo reconoce a una sola asociación por país (art. 10). En suma, la FIFA es una federación de asociaciones nacionales, las cuales, reunidas en su Congreso anual (órgano deliberativo supremo), determinan su política institucional. Las trapisondas, al parecer, se traman entre algunos componentes de un Comité Ejecutivo de veinticinco miembros. Como ha quedado claro en estos días, cobija un entramado podrido de negociados y corruptelas de arriba para abajo y de abajo para arriba, al que urge poner freno. ¿Pero cómo?