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El Fifagate: otra caja de Pandora

Jueves, 04 de junio de 2015 15:35
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El Fifagate: otra caja de Pandora

Con esa sagacidad innata para ubicar conspiraciones a la vuelta de cualquier esquina -que haría las delicias de John le Carré-, el progresismo vernáculo decretó que el sainete de la FIFA fue una maniobra del imperialismo para quedarse con el negocio del fútbol a escala mundial, obvio.
John Carlin es un acreditado periodista inglés (hijo de escocés y española) que vive en Barcelona, y ha escrito bastante sobre fútbol y política. El viernes 29 de mayo publicó en la sección deportes del diario El País de Madrid un artículo titulado "Conspiraciones, conspiraciones" (http://de portes.elpais.com/deportes/2015/05/29/actualidad/1432916723_ 276843.html). El periodista, jugando al espía, imagina y propone ocho conspiraciones cada una con su lógica, que no tienen desperdicio; remitimos al lector al sitio indicado. La última está dedicada a la Argentina, que aportó tres prófugos, mentando las maniobras de la Sra. de Kirchner en su aproximación geopolítica a Rusia, principal afectada si se cayera su sede mundialista 2018, que Inglaterra creyó asegurada en su momento. Carlin concluía su nota preguntándose si no cabía la posibilidad de que se trate de una investigación judicial, ni más ni menos.
El desconocimiento del sistema legal norteamericano tal vez lleve a imaginar conjuras. Es el mismo país, para poner un ejemplo, que acogió una demanda de daños y perjuicios contra un verdugo del régimen de Stroessner refugiado en Miami, donde lo ubicaron los padres de su víctima. En el leading case "U.S. District Court for the Eastern District of New York, Filártiga vs. Peña-Irala", la Corte en cuestión aplicó el Alien Tort Statute, una ley de reclamo por agravios contra extranjeros vigente ­desde 1789! para esas situaciones, basada en principios de humanidad.
Una lectura más amplia del suceso indica que, en un contexto de globalización y reacomodamientos estratégicos, Estados Unidos no va a ceder un palmo de su protagonismo internacional. Esta "intervención" aparte de necesaria fue hábil: los malandras temen a sus jueces. Pero como gran potencia también exhibe contradicciones, qué duda cabe. Así, su irrupción en Kosovo, que permitió detener un desastre humanitario ante la defección europea, se contrabalancea con los presos musulmanes de Guantánamo. Una de cal y otra de arena. Son actitudes para entender y tratar de explicarlo no implica justificar acciones fuera de la ley.
La Fédération Internationale de Football Association (FIFA), fundada en 1904, está inscripta y tiene domicilio en Berna. No se trata de un organismo ni ONG internacionales, sino de una entidad civil que se rige por el derecho suizo (art. 1 Estatutos); salvo del Gobierno de Suiza, carece de cualquier otro control. Está integrada por todas las asociaciones nacionales "[...] responsables de organizar y supervisar el fútbol en todas sus formas en su país [...]" y solo reconoce a una sola asociación por país (art. 10). En suma, la FIFA es una federación de asociaciones nacionales, las cuales, reunidas en su Congreso anual (órgano deliberativo supremo), determinan su política institucional. Las trapisondas, al parecer, se traman entre algunos componentes de un Comité Ejecutivo de veinticinco miembros. Como ha quedado claro en estos días, cobija un entramado podrido de negociados y corruptelas de arriba para abajo y de abajo para arriba, al que urge poner freno. ¿Pero cómo?
Es innegable que la procuradora general norteamericana Loretta Lynch destapó otra vez una caja de Pandora a partir de la cantata de un arrepentido (habrá en adelante una larga lista) que negoció su condena. Su denuncia ha derramado en cascada a todos los entes nacionales asociados; de modo que la cuestión en adelante es cómo reaccionarán los respectivos gobiernos, que tienen sus propias herramientas legales necesarias para investigar, juzgar y sancionará salvo complicidad política y comercial.
La conexión local
El escándalo salpicó a directivos, teledifusoras, espónsores, árbitros, intermediarios y hasta jugadores de todas partes del planeta. Una de las líneas investigadoras apunta a nuestra AFA, donde campeaba hasta su repentina muerte el señor del anillo que decía "Todo pasa" (lo cual equivale a "No pasa nada, hermano, vos seguí apoyándome") y a sus socios, el ¿80 90%? de una dirigencia deportiva rica de clubes pobres. ¿Tendremos arrepentidos autóctonos?
La corrupción está en todos lados porque es estructural y sistémica y, en un plano de análisis más hondo, ocurre en un mundo al cual el relativismo le ha confiscado valores propios de la naturaleza trascendente del hombre. En el caso de dirigentes de la FIFA y de varias federaciones nacionales, asumió niveles de escándalo entre otras cosas por la torpeza de las maniobras.
La imaginable renuncia de Blatter en la mira de los investigadores del FBI- abre varias llaves de explicaciones y alternativas, con final abierto lleno de incertidumbres. Lo que sí parece claro que ésta es la mejor ocasión del fútbol organizado de todos los niveles y países para autodepurarse. No habrá otra igual.
La corrupción del sistema
Hay corrompidos porque existen los corruptores; solo los pobres tienen un triste amor por la honestidad, decía Roa Bastos. La corrupción tiene que hacerse delito imprescriptible y perseguible en cualquier país en que se halle un sospechoso.
La jurisdicción universal debe funcionar en estos supuestos como sucedió cuando aquel juez español pidió a su par inglés la extradición de cierto general, de paso por Londres, justificándolo en la muerte de ciudadanos españoles ocurrida décadas atrás en Chile durante su dictadura.
Párrafo final para el sufrido hincha de fútbol, ese que piensa dos veces antes de ir con sus hijos a la cancha (excluimos a los barras, patotas delincuentes y socios minoritarios de los negocios espurios) y que ahora debe estar rumiando la ominosa sospecha de que tal partido o tal campeonato fueron arreglados. Si eso llegara a conocerse con pelos y señales, no admitiría ni el perdón de Dios. La pelota está manchada desde hace años, Diego.
Como se sabe, en el fondo de aquella caja quedó la esperanza, que siempre es lo último que se pierde.

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