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Leo García siguió pidiendo, con música: "Mirá las luces de la ciudad" ("Cuarto Creciente") y entre esos espacios que se hacen entre una canción y otra agradeció: "Gracias por estar aunque haya partido. Va ganando, ¿no? Gracias por estar. Es la tercera vez que yo estoy en Salta", contó antes de ponerle la voz a su "Melodía irrenunciable", en un teatro con muchas butacas vacías que se llenó de pop.
Ya sin veladores y con luces coloridas y psicodélicas que se proyectaban atrás suyo, Leo ocupó el aire del teatro con "Mar", "Amor vagabundo", "Renacer" y "Nadie salva". "La vida se pone cada vez más linda haciendo música", dijo el muchacho de cejas anchas después de contar que hace más de 20 años recorre los escenarios. Y 20 años no es nada. Y no faltaron los acordes tangueros y nostálgicos de un acordeón, ejecutado por Manu Careter, invitado por García para acompañarlo durante el show.
Luego hubo tiempo para decir: "Estoy encantado de conocerte" ("Romance"), "Morrisey" y comenzó la fiesta porque "lo que más quiero es reírme más" ("Reírme más").
Algunos segundos tras bambalinas y regresó al escenario con zapatillas con luces led y un cover de "La isla del sol", que hizo a todos despegar de las butacas y bailar la coreo pegadiza de ese tema que nos remonta a "algún tiempo atrás". En un paréntesis musical, los recuerdos: el homenaje a su amigo Gustavo Cerati, que comenzó con "Trátame suavemente" y, luego: "Canción para mi muerte", de Sui Generis. Y para que la fiesta no acabe, un popurrí de Gilda que otra vez invitó a bailar y a cantar, fuerte, "porque tengo el corazón valiente" y, sobre todo, "no me arrepiento de este amor", aunque deba cerrarse el telón.