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"Desde el primer momento que leí el cuento sabía que me iba a gustar mucho hacer el corto, porque se me dispararon muchas imágenes y cuando eso sucede sin esfuerzo, las cosas fluyen de una manera casi mágica", contó. El momento al que se refiere lo lleva a Imágenes del Bicentenario, el concurso para el que fue convocado, por segunda vez, para adaptar el cuento de los chicos del CAI (Centro de Actividades Infantiles) de El Mirador.
En La Vagabundo los actores, que no son profesionales, narran en un poco más de once minutos un retazo de la vida de un niño humilde. Transmiten con diálogos sencillos y paisajes cálidos lo que siente su protagonista y quienes están atravesados por días tristes que confluyen en un gran gesto solidario. "Me gusta muchísimo creer que cualquier persona puede actuar. En su momento me pasó lo mismo", contó Moscoso. "Como director de actores me parece que solo se trata de ganarse la confianza del actor. Esto nos permitirá transmitirle profundamente lo que uno necesita que sea interpretado. Hay actores profesionales que tienen más herramientas para lograr esto más rápido, pero algunas veces eso nos juega en contra a los directores. Son vicios que todos tenemos en nuestras profesiones y de los cuales nos cuesta muchísimo desprendernos, porque es ahí donde nos sentimos inseguros. Me encanta trabajar con actores inseguros porque son más fáciles de moldear. Cuando desde las dos partes se siente que se ha ganado en seguridad, eso se mantiene por el resto del rodaje".
Síntesis y magia
Y los cortos tienen la magia de contar historias en muy poco tiempo. El ejercicio de la síntesis seduce al espectador y a los creativos que trabajan en cada historia. Emmanuel disfruta mucho de eso. Dice que también disfruta "cuando se genera ese silencio necesario para poder trabajar en un set, en el que ya todo está listo y cada uno sabe lo que tiene que hacer. También disfruto cuando paramos a comer y todos volvemos a ser las personas que cotidianamente somos", dijo.
En su cotidianidad hay una cabeza llena historias que, según contó, no tienen nada que ver una con la otra (se ríe). "Es un trabajo difícil unirlas y todavía no he aprendido cómo hacerlo bien, pero no me desespera el paso del tiempo. Las cosas suceden por algo y el momento en que un proyecto debe nacer, se siente", dice.
La carrera de Emmanuel comenzó cuando su hermano, Rodrigo Moscoso, también realizador audiovisual, lo convocó para trabajar en su primer largometraje, Modelo 73, en el 98. En ese momento estudiaba periodismo en Buenos Aires y en el 97 se dio cuenta de que no quería continuar con eso. "Cuando volví a Salta, para las fiestas, comenzaba el rodaje de la película que nos cambió la vida a mí y a varios chicos que hoy se dedican a esto", dijo.
Hoy Emmanuel dice que en los últimos años las producciones audiovisuales salteñas han ido ganando espacio. "Eso se debe al gran apoyo que ha recibido el sector audiovisual por parte del Incaa y de todos los realizadores, que cada vez somos más. Desde ARAS (Asociación de Realizadores Audiovisuales de Salta) estamos pensando y llevando a cabo acciones para ayudar a que esto siga creciendo". Desde Chulo también, todos colaboran en ese crecimiento.