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A este intencional encubrimiento se le agrega que todos los criollos, indios, negros e hispanos, sin distinción de sexos, que participaron y fueron protagonistas en la derrota de las fuerzas británicas, corren hoy la misma suerte de ostracismos.
Siguiendo con nuestras heroínas criollas es preciso referenciar que todas las que son sepultadas en la historia sin el mísero recuerdo, paradójicamente, fueron partícipes esenciales en la derrota inglesa de 1806/ 1807.
Martina Céspedes
Doña Martina Céspedes fue distinguida con el título de "Defensora de Buenos Aires" y se le concedió el grado de sargento mayor del Ejército por una hazaña épica, inspirada en puro patriotismo.
Propietaria de una pulpería y casa de comidas en el barrio de San Telmo, acompañó durante las invasiones inglesas la resistencia encabezada por don Martín de Álzaga. Una docena de soldados ingleses se presentó al bodegón y exigió violentamente que les vendieran bebida. Con habilidad y frialdad femeninas, Martina los hizo pasar uno por uno, junto con sus tres hijas, los redujeron, así, de a uno, sin que los de afuera se dieran cuenta. Los encerraron en el sótano y finalmente entregaron a once de los milicianos ingleses al virrey Liniers. Su hija Josefa se había enamorado del restante, con quien se casó.
El último dato histórico de esta heroica pulpera data de la procesión de Corpus Christie de 1825, cuando desfiló luciendo su uniforme junto al entonces gobernador Las Heras. Heroína del pueblo, fue rescatada por la crónica del padre Manuel Sanguinetti en su libro "San Telmo su pasado histórico", editado en 1965.
Doña Martina tenía su almacén en la calle Del Comercio, hoy Humberto I (príncipe italiano que ni conoció Argentina).
Su casa fue demolida siguiendo el destino de pulverización histórica.
Manuela Hurtado y Pedraza
Conocida como "La Tucumana" o "La Tucumanesa", fue otra de las heroínas de la reconquista de Buenos Aires, batalladora de las invasiones inglesas del 10, 11 y 12 de agosto de 1806.
En esos días peleó junto a su marido, un cabo del Regimiento de Patricios, y cuando este fue abatido en la encarnizada batalla de la plaza mayor donde las fuerzas de Liniers rodeaban La Fortaleza (actual Casa Rosada), en medio del fuego enemigo persigue al soldado inglés le arrebata el fusil y lo mata atravesándolo con la bayoneta, matando a su vez a otro con la bala del fusil que recogió de su esposo muerto.(Crónicas de Juan Pablo Bustos Thames).
Don Santiago de Liniers le confiere el grado de alférez. El 25 de mayo de 1807, el Cabildo porteño recomendaba el mérito de "doña Manuela Hurtado y Pedraza que sirvió en esta Capital en clase de soldado blandengue".
Así también mediante Real Orden comunicada por el español Ministro José Caballero a Pascual Ruiz Huidobro fechada en El Prado el 24 de febrero de 1807, se le confería el grado de subteniente de infantería: "...por tanto mando a Capitanes Generales, Gobernadores, de las armas y demás cabos mayores y menores, oficiales y soldados de mis ejércitos, la guarden y hagan guardar las honras, gracias, preeminencias y exenciones, que por razón de dicho grado le tocan y deben ser guardadas, bien y cumplidamente..." Firmado: El Rey.
Del Archivo General de la Nación, Período Colonial-Documentos del Gobierno (administrativos y militares) no surgen registros. O fueron borrados.
Por consiguiente es probable que "La Tucumana" no recibiera el grado militar que se le adjudicaba en el despacho real y está probado que murió olvidada, trastornada y en la miseria.
En Buenos Aires, una calle lleva su nombre. En Tucumán ni siquiera se la recuerda.
Tal el destino de todas las heroínas que se atrevieron a enfrentar y derrotar a las huestes de la "pérfida Albión" en 1806/1807.