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Laberintos humanos. No me miraba

Sabado, 02 de enero de 2016 01:30
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Laberintos humanos. No me miraba

Se llamaba Perla, dijo el Varela y sus ojos se le llenaron de lágrimas. Es un recuerdo lejano y doloroso, le dijo. Crecimos juntos como si fuéramos hermanos, pero sin serlo. La vi pasar de niña a moza como se ven crecer las chacras. Era linda, o me parecía linda de tenerla tan cerca. Una vez, medio entonado, la besé.

Desde ese beso se me volvió esquiva. Creo que pensaba que estaba mal, que no correspondía. Se iba en cuanto yo llegaba, y si debíamos estar juntos, no me miraba. Y como quien escucha cualquier otra cosa, escuché por otros que se había puesto de novia. Yo sabía que no era por amor, sino por escapar de ese beso.

No pasó una semana que se fue a vivir con él, y yo me moría por dentro un poco más cada día. Escuché cosas feas que pasaban en su casa, pero pensé que era más mi imaginación que una verdad. En el fondo quería que volviera a la casa para tenerla cerca y para no saberla ajena. Cuando alguna vez me los crucé, ella bajó la vista.

Estaba muy flaca, como atormentada. Me partió el alma y me juré rescatarla. No para que fuera mía, si no era eso lo que quería, sino para que no sufriera. Pero era difícil separar los sentimientos. Busqué el almacén y en el almacén el aguardiente. Exageré en la bebida para envalentonarme, y cuando ya estaba machadito, monté y busqué su casa.

Quiso la suerte, o más bien la desgracia, que en el camino lo viera a él, y que él estuviera tan alegre como yo, si es que a eso se lo puede llamar alegría. Le di alcance y lo insulté tanto como para que fuera inevitable la pelea.

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