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Laberintos humanos. Fantástica Tilcara.

Martes, 02 de febrero de 2016 00:30
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Laberintos humanos. Fantástica Tilcara.

El teósofo Atanael Rostopoff, allá por los años veinte, decía haber inventado el nombre de Tilcara en base a revelaciones místicas que le sobrevenían en determinadas noches. Huyendo de la furia bolchevique, Rostopoff pasó sus últimos años en un barrio del sur londinense escribiendo infinidad de cuentos en los que narraba la vida de los habitantes de esa fantástica Tilcara.

Como con los blues de Vernuce O´Hara, los cuentos del ruso blanco tenían por protagonistas a personas apellidadas como lo son hoy nuestros vecinos, sólo que los escribió antes de que la guerra del Chaco Paraguayo hiciera migrar a tantos hacia la Quebrada de Humahuaca. Así, su discípula Pauline Vertrice, cuando viajó hacia el sur para corroborar el carácter revelado de sus cuentos, tuvo que reconocer que su maestro estaba loco.

Por aquellos años, no vivía en Tilcara gente que se llamara de ese modo sino bastante más al norte, ya en Bolivia, y Vertrice terminó por comprar una finca, por entonces muy barata, cerca de las orillas del Huasamayo. Allí concluyó, para no tener por vana su tarea, que lo de Rostopoff no fue sabiduría sino ingenio.

Sin embargo, en su vejez, vio llegar a estas tierras cantidad de personas con esos apellidos, pero ya para entonces le interesaba poco el tema, vivía de lo que le daba la tierra y apenas si recordaba su lugar de origen. Una nieta suya, Natalia Vertrice, con una generosidad poco habitual en su familia, terminó por cedernos los papeles decepcionados de su abuelo, y en ellos basamos los siguientes comentarios.

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