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Laberintos Humanos. El regreso al hogar

Sabado, 20 de febrero de 2016 00:30
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Laberintos Humanos. El regreso al hogar

Adalberto P. le dijo a su mujer que lo habían contratado como corresponsal de guerra, y cada tantos días le mandaba por carta uno de sus supuestos artículos. Los últimos días de esas dos semanas que duró su ausencia, escribió que el estado mayor lo había mandado a buscar al mayor Benítez.

Un changuito le dijo que ese Benítez se había perdido en la selva tras el rastro del enemigo, y luego escribió que, en la selva, unos aldeanos le dijeron que Benítez había subido a un ómnibus rumbo a Tilcara, donde Adalberto debía regresar para encontrarlo. Así fue como nuestro héroe volvió a su pueblo.

Llegó al atardecer. Desanduvo nervioso por las calles del pueblo, tratando de repasar lo que había escrito, y enviado por correo a su esposa como falsos artículos del diario que, dijo, lo había contratado, pensando que ella lo gastaría a preguntas y no debía pisarse para no ser descubierto. Cuando ya tenía todo el chamuyo aprendido, abrió la puerta.

Desde la habitación vio que salía la luz de un foco encendido. Fue hasta la puerta, y vio a un hombre echado, desnudo, en su propia cama. Pensó que lo mataría, tanta fue la furia que le dio el hallazgo, cuando vio que su mujer salía del baño cubierta con una toalla. ¿Qué es esto que veo?, le preguntó Adalberto.

Su mujer, que demostró ser más rápida que él, le dijo que era el mayor Benítez. Como lo vi tan cansado de perseguir al enemigo por la selva, le dije que se echara a descansar. Mientras tanto, pensé en darme un baño, le dijo su esposa y Adalberto tuvo que callarse la boca.

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