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Entre noviembre de 2015 y enero de 2016 la tasa de inflación se disparó con relación a los valores que venía mostrando anteriormente, aunque la tasa de enero resultó inferior a la del último mes de 2015. ¿Por qué ocurrió esto? En primer lugar, una parte de los costos de la producción nacional que incluye componentes importados se basaba en el dólar oficial y, por supuesto, el salto devaluatorio -de prácticamente 9 pesos a 14- fue muy importante. En segundo lugar, el candidato oficialista en el balotaje "fogoneó" con la devaluación que iba a producir su contrincante, lo que alentó expectativas inflacionarias, que son un componente importante de la inflación. Una tercera razón es la existencia de distorsiones en los precios relativos -los precios que poseen más libertad para variar respecto a los restantes- provocada por la política económica kirchnerista, distorsión que comenzó a diluirse con la nueva administración a través de subas de los precios rezagados, porque resulta prácticamente imposible que las diferencias relativas de precios se corrijan vía reducciones en los más elevados, ubicándose dentro de los retrasados la electricidad en el área metropolitana y el gas, principalmente. A todo lo anterior se le suma el hecho de que el cepo cambiario y los controles del gobierno anterior habían conformado una estructura económica concentrada, y si bien las formaciones monopólicas no son la causa de la inflación, en cambio sí pueden -y logran- precios más elevados que potencian posteriores reclamos salariales y el aumento en las expectativas inflacionarias.
"La renegociación con los holdouts completaría el quiebre de expectativas desfavorables y abriría las puertas a una importante corriente de capitales".
¿Seguirá aumentando la inflación?
El planteamiento anterior explica porqué aumentó la tasa de inflación, pero no a qué se debe su existencia y, como en el caso de las formaciones monopólicas, las explicaciones proporcionadas muestran cómo se potencia la inflación, pero no necesariamente porqué suben los precios. En otras comunicaciones se enfatizaba en que la inflación se genera por la existencia de un déficit fiscal que ya no puede cerrarse incrementando la presión impositiva, y al no estar disponibles las otroras "cajas" rebosantes de fondos ni los préstamos suspendidos porque no se pagaban los anteriores, el Gobierno no tiene más alternativa que apelar a la impresión de dinero, el cual le suma poder de compra al existente, en tanto no se producen más bienes y servicios debido a los cepos, leyes de abastecimiento y demás "persecuciones al capital" que el gobierno anterior prodigaba a la economía. Conforme esto, la inflación no bajará hasta tanto la brecha fiscal no se reduzca, a la vez que del lado de los costos, los principales componentes, que son los salarios y el tipo de cambio, deben necesariamente disminuir su ritmo de crecimiento porque de otro modo la astringencia monetaria -si el Banco Central respeta sus metas de inflación- conducirá a una caída en la actividad y el empleo.
¿Las subas de tarifas potencian la inflación?
Las subas en la electricidad y el gas tendrán sin duda un impacto inflacionario y seguramente otro tanto tendrán otras subas de precios rezagados, como los alquileres, si bien estos aumentos no se repetirán todos los meses, con lo que en lo sucesivo la inflación irá descendiendo respecto a los primeros meses de 2016.
¿El gobierno está haciendo las cosas bien?
Sin perjuicio de algunos errores comunicacionales -como el no haber planteado un balance inicial de situación- el Gobierno plantea un diagnóstico similar al señalado y ya ha llevado a la práctica algunas de las medidas que se consideran necesarias. El cepo cambiario ha desaparecido y con él las expectativas de modificaciones en el precio de la moneda extranjera, lo que es un gran paso, porque un componente principal de los costos de producción se ha estabilizado. Por otra parte, ha anunciado una meta de inflación del 25% que es alcanzable, aunque parezca un poco remota habida cuenta de los últimos registros. En tercer lugar, y del lado de la demanda agregada, junto con la importante atenuación del ritmo de expansión monetaria, el gasto público está teniendo un ritmo de crecimiento más atenuado, tanto por el lado de la reducción de subsidios -luz y, próximamente, gas- como de una atenuación de los gastos superfluos. A esto se le suma la probable discusión salarial que podría encauzarse con las metas de inflación anunciadas, en tanto los trabajadores perciban gestos importantes desde el gobierno, como la baja en el impuesto a las ganancias. Por fin, e igualmente importante, la renegociación de la deuda con los holdouts completaría el quiebre de expectativas desfavorables y abriría las puertas a una importante corriente de capitales, lo que favorecería el despegue de la obra pública y privada en infraestructura, además de la radicación de nuevos emprendimientos junto a la expansión de la producción doméstica.
¿Debe importarse carne?
Llegado el caso, el Gobierno debería desalentar prácticas especulativas de las concentradoras de precios, complementando la producción nacional con importaciones, como el caso de los cortes populares de carne vacuna, de modo que se acelere la convergencia de precios a las metas de inflación. Claramente, el argumento de "¿cómo va importarse carne si la Argentina es justamente un importante productor?" no tiene demasiado sustento porque si la Argentina no fuera productor -y ya dejó de serlo "importante"- importar carne no sería necesario sino imperativo, ya que de otro modo no sería posible consumir la.