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Laberintos humanos. Lunar delator.

Jueves, 04 de febrero de 2016 01:30
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Laberintos humanos. Lunar delator.

Leíamos con Armando, Carla Cruz y el Varela los escritos de Pauline Vertrice, donde se contaba cómo don Eustaquio Cieneguilla debió reconocer como suya a la hija de doña Anunciación Prietes, aunque el hombre jurara que nunca tuvo relación carnal con ninguna mujer.

Con o sin comercio sexual, adujo el juez de paz, el lunar que usted tiene en el muslo es idéntico al que doña Anunciación le dijo a su hija que tenía su padre, y la mujer, que ya había enviudado tres veces, se cambió por primera vez el apellido de soltera. No heredó nada ni era eso lo que pretendía, que por aquellos tiempos los tilcareños eran menos materialistas.

Lo que quería, decía la mujer ya apellidada Cieneguillas, era la verdad, aunque esa veracidad difundiera la fama de mentiroso que se tejió sobre su padre. Hasta entonces todos lo tenían por casto, lo que no necesariamente era una virtud, cuando desde entonces lo tuvieron por chamuyero.

La fama de su falsía se extendió a su presunta mujer, doña Anunciación, cuya afirmación contradijo la conocida honestidad de don Eustaquio, pero ya era tarde, porque avergonzado el hombre había regresado a la provincia abajeña de la que emigrara. Su hija, o presunta hija según las anotaciones de Pauline Vertrice, vivió sin embargo muchos años.

Muy anciana, una mañana se la escuchó confesar que en realidad conocía el lunar del muslo de don Eustaquio de verlo bañarse en el río, con lo que sus nietos volvieron a llamare Prietes y no ya Cieneguillas, como habían conseguido que se los reconociera aquella vez.
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