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Laberintos humanos. Un catorce de junio
Dicen que Vernuce O´Hara cantó un 14 de junio de 1949, en el escenario del Prity Cat, un blues que contaba la historia de un joven que, llegada la noche del desentierro del carnaval, tomó su mochila y se fue a caminar por el cerro. Se llamaba Jacobo y además era bien parecido, pero por alguna razón esa fiesta, y no las anteriores, decidió no bajar al pueblo.
Ya desde el sendero escuchó las trompetas sonando al tiempo que batían las campanas de la iglesia (debían ser las siete y media y era aún de día), y ni a una ni a otra quiso tanto como a su soledad. Entonces Jacobo, a quien Vernuce en su blues llamaba Jack, miró hacia la pared de laja y de cardones que se le enfrentaba y apuró el paso.
Trepaba como si escapara de algo. Ya cuando el Sábado de Desentierro vio a Tilcara desde lo alto, se sentó a coquear creyendo que estaba a salvo de su destino que, sea cual fuera, espera siempre por delante. Cuando el sol apuró al horizonte en una nube, Jacobo ya andaba las últimas cuestas del Cerro Negro.
Bordeó una peña, vio por debajo el huayco que llevaba agua a la calle que llegaría hasta la puerta de la iglesia, sonrió, pensó que acaso la santidad estaba más en el canto de las calandrias que en la misa, se secó el sudor del cuello, descubrió a la moza que estaba sentada con la espalda contra la pared de piedra, y vio que le sonreía.
Ella tenía entre sus manos tres naranjas y le dio una, y Jacobo vio que sus piernas eran bellas, morenas y largas, y que su pollera era tan lacia como sus cabellos aunque de color más vivo.