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Laberintos Humanos. La moza linda

Lunes, 08 de febrero de 2016 01:30
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Laberintos Humanos. La moza linda

La muchacha miró a Jacobo, le ofreció una de las tres naranjas que tenía y él vio que ella era bella. Se sentó a su lado y chupó de esa naranja tan dulce como el presagio de una amargura. Jacobo subía al cerro cuando el Carnaval se desataba tremendo en las calles de Tilcara, y estaba sentado junto a la moza linda cuando quiso encontrar la soledad.

Hablaron de cosas vanas. Ella bajó los ojos cuando él buscó besarla, y la besó para luego echarse contra la pared fría de la peña. Ella le dijo que bajaba al pueblo, florecido ya de comparsas, y él le dijo que ese año no quiso carnavalear, aunque no sabía por qué. Ya era de noche cuando ella le pidió que la acompañara.

Llegaba a ese recodo del cerro el son de las anatas y la alegría. Jacobo trató de disculparse aunque no quería perder el sabor inocente de sus labios, le acarició un rostro acariciado por el sol de mil pasturas, y ella le dijo que la tendría entre los alegres, porque detestaba un amor que no pudiera mostrar.

Los vimos con Armando, Carla Cruz y el Varela cuando la pareja bordeaba el huayco que se convierte en calle, y ni siquiera llegamos a sospechar la trama que tejían sus pasos. Los perdimos entre las paredes que alzan algunos metros la vereda, entre raíces de churqui y piedras, y los perdimos de vista aunque su cuento nos quedó en la memoria.

Dicen que llegaron hasta el fragor de la fiesta, donde los huyros bailaban en medio de los disfrazados, y que se perdieron entre los copleros hasta terminar chayando con chicha las piedras limpias del mojón.
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