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Trabaja como bombera voluntaria en silla de ruedas

Lunes, 07 de marzo de 2016 01:30
<div>La joven Ana Gareca, en el cuartel de Bomberos Voluntarios, junto a su pequeño hijo Franco. Corresponsalía</div>
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Nació en Peña Colorada hace 37 años. Es la quinta de cinco hermanos de una familia muy humilde. Cuando tenía un año y seis meses le diagnosticaron poliomielitis y quedó inválida. Desde entonces, la vida de Ana Gareca, hoy bombera voluntaria, fue otra.
Ella recuerda que debió arrastrarse hasta los nueve años, cuando accedió por primera vez a aparatos ortopédicos y muletas, gracias a una fundación católica.
"Fue la primera vez que pude pararme. Mi madre siempre buscó la forma de ayudarme, pero nuestra situación económica no era buena", contó esta increíble mujer.
A pesar de todas las limitaciones físicas y económicas, recuerda a su niñez como la mejor época de su vida: jugaba con sus hermanos, pero era su imaginación la que la ayudaba a sobrevivir a una realidad hostil en la que barreras arquitectónicas y sociales se transforman en un sinfín de limitaciones y exclusión.

Abandono paterno

Siendo aún pequeña, su padre los abandonó y su madre debió hacerse cargo de la crianza de sus hijos y del desafío de sacar adelante a Ana.
Se instaló en la ciudad de Orán para trabajar como empleada doméstica, mientras que Ana y sus hermanos se quedaron en la ciudad de Bermejo, en Bolivia, con unos familiares, para no dejar la escuela.
Uno en especial los ayudó mucho: don Jacinto. "Nos tenía mucho aprecio, nos ayudaba con mercadería para todos", cuenta.

Dos caras de la moneda

Durante la adolescencia, Ana decidió abandonar la escuela, víctima del acoso escolar.
"Los chicos me pateaban las muletas, me hacían caer al piso. Mi madre trabajaba tanto que no podía hacer nada para remediarlo, así que dejé la escuela y me fui a vivir con ella a Orán".
Al tiempo, Ana encontró trabajo en la casa del doctor Marcelo Foursan, al que recuerda con enorme cariño. "Él me animó a estudiar, me inscribió en la escuela y terminé la primaria y la secundaria en el BSPA en 2006".
Por su parte, don Jacinto le buscó asesoramiento legal y la ayudó a gestionar una pensión por discapacidad, la cual pudo cobrar por primera vez recién a los 20 años.
En tanto, el Dr. Foursan consiguió que, a través de la Municipalidad local, le prestaran una silla de ruedas: la primera. "Cuando la vi, no lo podía creer. Me cambió la vida", dice Ana emocionada.
Años más tarde, don Jacinto le regaló una nueva silla de ruedas para así poder devolver la anterior al municipio.

Ayudar a los otros

Durante mucho tiempo, Ana se cuestionó el porqué de su vida y de su discapacidad. Con el tiempo, hizo un proceso interno que la condujo a aceptar su condición y a poder dar lo mejor de sí misma.
Pasaron los años y esta joven luchadora se radicó en Aguas Blancas. Hoy es mamá de Franco, un niño de 4 años y el centro de su vida.
Finalmente, entendió que, después de haber superado tantas dificultades, era capaz de realizar muchas cosas por la comunidad.
Entonces surgió en ella el deseo de formar parte del Cuerpo de Bomberos Voluntarios. Su comandante, Fredi Galarza, no lo dudó ni un minuto y hoy Ana integra un escuadrón de 20 hombres y cumple un rol importantísimo a la hora de un siniestro: es la radiooperadora encargada de mantener a todos los bomberos comunicados.
Hoy Ana es inmensamente feliz. Desde que ingresó al escuadrón, vive ahí con su pequeño hijo. No depende de nadie y la vida le ha demostrado que es más fuerte que todas las limitaciones externas.
"Siento que soy como todos los demás, soy mamá por sobre todas las cosas, pero además sé que en mi lugar de trabajo atender una llamada o enviar una autobomba a tiempo puede salvar una vida. Y para mí es un orgullo poder hacerlo", finalizó esta mujer fuerte y luchadora, un ejemplo de tenacidad y superación.
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