¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
18°
10 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Laberintos humanos. Vida y fama

Martes, 03 de mayo de 2016 01:30
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Laberintos humanos. Vida y fama

Nuevamente a bordo del tren, el juez Pistoccio y Neonadio comenzaron a sospechar que nunca llegarían a Ciudad de Nievas para que el cronista Justino Júmere Jumez asentar sus aventuras en la fama, con lo que el magistrado dedujo que hay dos partes en la vida de un caballero andante: una es vivir y la otra asegurarse que sus noticias se extiendan por el mundo.

En cuanto al primer punto les sobraba con lo vivido cuando el boletero, que no vestía como en los trenes argentinos sino como en las películas de Hollywood, les dijo que había un muerto en un camarote, y que el capitán quería hablar con ellos del asunto, ante lo que el juez preguntó sorprendido que desde cuando había capitanes en el ferrocarril.

El boletero sonrió como si supiera más de lo que decía, y agregó secamente que lo siguieran. Entonces se fue con esa certeza que tiene aquel que, al decirlo, se vuelve sin necesidad de corroborar la obediencia ajena. Al andar hacia el coche comedor vieron que los hombres vestían con trajes y sombreros, y que las parejas no hablaban ni en inglés ni en castellano sino en se dialecto neutro de los doblajes.

Y al llegar al vagón comedor, vieron que allí los esperaban todos los sospechosos del crimen, desde la mujer fatal hasta el médico con licencia falsa que le vendía heroína al difunto, el policía corrupto y el senador obeso, y que cada uno les sonrió a Pistoccio y a Neonadio buscando conquistar sus complicidades. Para caer en ambiente, el magistrado aclaró que nadie se iría hasta que se resolviera el caso.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD