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Las primeras "zonas rojas" de la ciudad de Salta

Sabado, 07 de mayo de 2016 01:30
Una postal del pasado: los ventanales de Córdoba al 700. 
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Por estos días que el Consejo Deliberante resolvió rechazar la creación de una "zona roja", mal llamada de "convivencia", viene al caso recordar, a grandes rasgos, cómo fue décadas atrás la prostitución en Salta.
Para don Carlos Alberto Hinojosa, que escribió sobre la Rusa María en nuestra ciudad, la prostitución tuvo un antes y un después de María Greintein. Según sus datos, ella llegó a Salta a fines de los años 20 del siglo pasado, e impuso, casi sin proponérselo, un cambio radical en el comportamiento social del hombre salteño.
Según crónicas y el mismo Hinojosa, hasta esa época, las mujeres que ejercían la prostitución lo hacían en zonas indeterminadas y, para colmo de males, sin ningún tipo de control sanitario.
La salud de estas mujeres dependía única y exclusivamente de ellas y del azar, pues hasta entonces prácticamente se desconocían las más elementales normas de profilaxis.
Y para peor, ya por vergenza o por ignorancia, al desconocer las enfermedades que podían contraer, las mujeres rehuían a la revisación médica, profesión que la ejercían casi exclusivamente los hombres.
Los viejos lugares
Según Hinojosa, por aquellos años la mujer para ejercer la prostitución se refugiaba en el interior de "ranchos promiscuos" o en los cuartos de los paupérrimos conventillos de la ciudad, donde incluso a veces vivían. Por lo general, estos sitios estaban ubicados cerca de los lugares donde había una gran afluencia de gente. Por entonces, la ciudad tenía tres: la estación del ferrocarril, el mercado de la familia San Miguel y los cuarteles del Ejército Argentino.

La sanidad


Con semejante estado de cosas, las enfermedades venéreas causaban estragos entre los salteños. Y las cosas empeoraron tanto, que un buen día, el gobierno se vio forzado a tomar cartas en el asunto. Y lo hizo obligando a las prostitutas a obtener un "carnet de salud", expedido por organismos sanitarios, documento que las habilitaba a trabajar como tales. Eso sí, debían someterse a periódicas revisaciones que hasta los años 60 se realizaron en el consultorio que había en la Central de Policía.
Al "carnet de salud" se sumó una norma municipal de los años 20 que dio lugar al nacimiento de los burdeles o casas de tolerancia, es decir, donde estaba permitido el ejercicio de la prostitución. Y, obvio, las mujeres que por sus precarias condiciones físicas o por la pobreza no podían pagarse el carnet de meretrices quedaban al margen de la ley, naciendo así el ejercicio ilegal de la prostitución que, según épocas y gobiernos, fue combatido de distintas formas y maneras.
Una de las campañas más duras contra la prostitución fue ejecutada por las autoridades de la intervención federal de 1962, luego de que fuera derrocado el presidente Arturo Frondizi.
Los tres burdeles
Siguiendo a Hinojosa, este autor afirma que con la llegada a Salta de la Rusa María, la prostitución dio "un giro de 180§ en pro y en defensa de los buenos actos" que prestaban las "mujeres alquiladas".
La Rusa se instaló sobre la calle Ituzaingó, entre Mendoza y avenida San Martín (por entonces Corrientes), cerca del mercado San Miguel, un sitio muy propicio por la cantidad de parroquianos que concurrían a diario al lugar.
"Era la época en la que el tranvía hacía rechinar sus cantos de hierro y acero, teniendo como recorrido la calle Ituzaingó". Y mientras la Rusa María hacía sus primeros pesos en adyacencias del mercado San Miguel, otros dos conventillos se habían transformados en casas "non sanctas": uno en el pasaje Chiclana y el otro en la esquina de 20 de Febrero y Necochea, más conocido como El Rincón de Mendoza.
zona roja antaño.jpg
Otra imagen de los burdeles del pasado.

El pasaje Chiclana, un territorio "militar"

Estaba a cuatro cuadras de los cuarteles y cerca del Monumento 20. Este reducto de la prostitución de antaño estaba ubicado en el estratégico pasaje que quedaba cerca de los cuarteles del Ejército Argentino. Allí funcionó hasta principios de los años 60, cuando no solo fue erradicado de cuajo, sino que además le cambiaron hasta el nombre al pasaje que pasó a llamarse Río Bermejo.
Por su cercanía a los cuarteles, los que mandaban allí eran los soldados que anualmente hacían el servicio militar en los regimientos 5º de Caballería (C5), el 5º de Artillería (A5) y el de Montaña.
Según Hinojosa, los tres regimientos albergaban una población que sobrepasaba los 1.500 soldados. Eran varones de 20 años de edad que en cada franco recibían $50 m/n (un loro); un paquete de cigarrillos de 10 unidades y sin filtro, y un profiláctico, que según quejas de los miliquitos, eran "tiro corto" de más.

"La Beatriz"

Es de imaginar entonces la numerosa y exclusiva clientela que tenía el recordado pasaje Chiclana, donde mandoneaba, según mentas, la recordada Beatriz; una mujer alta, de tez blanca y harto pecosa.
Recalcan los que la conocieron que era de trato angelical, pero que ante una perrada era capaz de transformarse en una serpiente. Tenía ojos verdes y un cuerpo espectacular, y no fueron pocos los soldaditos que al intentar sobrepasarse, fueron aporreados por la Beatriz sin piedad.
Otros milicos de la época recuerdan que eran famosos sus cumpleaños. "Ella los celebraba -cuenta Joaquín (81)- siempre en El Infiernillo, en la calle 10 de Octubre, entre Urquiza y Alvarado. Esa noche, Beatriz bailaba con todos sus invitados, se vestía vaporosamente y los que alguna vez bailamos con ella, nunca la podremos olvidar pues se te pegaba como ninguna mujer sabía hacerlo: de pies a cabeza...".

Rincón de Mendoza

Finalmente, el tercer lugar de prostíbulos estaba cerca de la estación de trenes. Ocupaba el rincón delimitado por las calles Ameghino, 20 de Febrero y Necochea. Allí hicieron época El Rancho i'Goma y El Molle.
Según Hinojosa, la dama de hierro del lugar fue La Liona, mujer de carácter harto firme, de no muy buen físico pero que cuando era necesario sabía tomar las riendas y ponerse al frente de sus mujeres "trabajadoras" del Rincón de Mendoza.
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