Barroso o Barrozo, es uno de los apellidos más tradicionales del Chaco Salteño, incluyendo como tal a las localidades ubicadas a la vera de la ruta nacional 34 en las que residen nietos y otros descendientes de aquellos pobladores que por años, y por esos grandes misterios que tiene la Argentina profunda, se instalaron en lugares tan alejados, difíciles, inhóspitos e inaccesibles -aún en la actualidad- como Santa Victoria Este, Santa María y en tantos puestos que circundan a estas localidades norteñas.
Por décadas, las familias que llegaron provenientes de otras provincias pero también de países lejanos, ocuparon esa vasta región y se dedicaron por lo general a la cría de animales vacunos, porcinos, caballares y caprinos y se aferraron a esa tierra agreste y difícil.
En el chaco salteño propiamente dicho hay apellidos que son tan tradicionales que lo identifican tanto como el sol impiadoso, como el Pilcomayo, como el aborígen wichi. Quién lleve el apellido Barrozo o Barroso no puede dudar -al menos en el norte de la provincia- que sus abuelos hayan sido parte de aquellos colonos que llegaron a esa región que comparte la misma geografía con Paraguay y Bolivia y que conforman el Trichaco.
Como don Benito Benigno Barroso, hijo de don Armando, nacido en el año 1905, y nieto de don Octavio que llegó a esa inhóspita región del norte salteño vaya a saberse hace cuántos años.
Don Benito nació en el paraje Buenavista, perteneciente hoy al municipio de Aguaray, en una familia conformada por don Armando, su esposa Juana Irene Ruiz y 12 hijos; el único varón fue don Benito, hoy de más de 80 años de una vida dedicada el trabajo duro desde que era un niño de corta edad. Benito tiene mil anécdotas para contar. "En Buenavista había mucho aborígenes y no sé si será correcto o no pero nosotros le decíamos matacos", comienza recordando y agrega que "una vez cuando éramos changuitos llegó un grupo de gente muerta de hambre, de sed, arruinados y desnutridos. Parece que se habían quedado en algún lugar desde el tiempo de la guerra (entre Bolivia y Paraguay entre 1932 y 1935) y llegaron pidiendo ayuda. Nosotros criábamos animales que después se vendían y yo como el único hijo varón de la familia y como seguramente le sucedió a mi padre y a mi abuelo, a partir de los 10 años de edad ya hacía todas las actividades del campo".
El puesto, como se denomina a esos establecimientos familiares, se componía de vacas, cabras y chanchos; el gran problema para la familia Barroso era mandar a los chicos a la escuela. "Teníamos una escuela en el paraje Timboirenda y otra en Campo Durán. A mí me trajeron a la de Timboirenda donde enseñaba el maestro Juan Natalio Franc, un salteño que se vino a trabajar a esta zona. Pero yo fui a la escuela solamente tres años y llegué para aprender a leer y escribir cuando tenía 10 años, era grandecito. El maestro de entrada nomás nos enseñaba a leer, escribir, sumar y restar. Pasados tres años, no podía seguir estudiando porque había que trabajar así que me tuve que volver al puesto".
Cuando Benito era todavía un adolescente recorría los 35 kilómetros desde el puesto en Buenavista hasta Aguaray para comprar mercaderías o realizar cualquier otro "mandado" por orden de su padre. En el año 1954, ya cumplidos 20 años y contra todas las predicciones, debió hacer el servicio militar que no pudo esquivar a pesar de ser el único hijo varón de una familia tan numerosa. Se fue a Paso de los Libres.
Pasó el tiempo, regresó después de cumplir con esa obligación ineludible con la patria, y al regresar instaló su primera carnicería en Aguaray que, para ese tiempo, tenía unas cuantas casitas. Era el año 1955, tiempo en que al norte comenzaba a llegar para trabajar en YPF mucha gente desde otros lugares. "Todos los que somos de acá sabemos que se hacía mucha diferencia entre la gente que era de YPF y los que éramos solamente pueblo, podría decirse. Ni qué decir cuando se hacía la fiesta del día del petróleo (cada 13 de diciembre). Nosotros que no éramos de esa empresa no podíamos ni entrar al club; tampoco podíamos comprar ni un caramelo en la cooperativa pero pasó el tiempo y ya sabemos lo que sucedió con esta empresa", contó.
Las 11 hermanas de don Benito tuvieron más oportunidades que él para estudiar como le sucedió a María, la menor que hoy es docente jubilada. Benito lamenta no haber indagado entre sus padres un poco más respecto de los orígenes de los primeros Barroso que llegaron al norte de Salta. "Investigando me enteré que el apellido Barroso es español porque había un pueblo de España que se denominaba así. Lo único cierto es que los hermanos de mi padre también tuvieron familias muy numerosas - uno de mis tíos tuvo 17 hijos y otro 14- de manera que el apellido cada vez lo lleva más gente, la mayoría con el mismo origen".
Don Benito hasta el momento conoce a ciencia cierta que "en el siglo XIX vivió Martín Barrozo, un colono, tío de mi bisabuelo; mi bisabuelo era Pedro Barrozo y mi abuelo era Octavio Barroso; no pude precisar dónde nació mi abuelo el dueño de la finca donde pasé mis primeros años y parte de mi niñez y sería muy interesante que las nuevas generaciones que tienen el orgullo de llevar este apellido sigan investigando", sugiere este anciano de hablar pausado que no deja de interesarse por rescatar la historia familiar que tiene como insignia a este apellido tan tradicional del chaco salteño.