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Miércoles, 25 de octubre de 2017 00:00
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Las conjeturas acerca del futuro de cada ministro generan incertidumbre en los despachos de la Casa de Gobierno. Urtubey dio dos gestos enérgicos que anticipan un reconocimiento de la derrota: pidió a los ministros que pusieran a su disposición las renuncias y convocó al PJ a compartir responsabilidades políticas.

Hay un factor subyacente: muchos simpatizantes y funcionarios consideran que la ola amarilla llegó a Salta a través de los aportes del Gobierno nacional para la ejecución de obras en el municipio de la capital salteña. Esas obras cambiaron el humor de la gente, dicen, en beneficio de Un Cambio para Salta y de Gustavo Sáenz.

También es cierto que el kirchnerismo perdió en todo el país, con el 22% de los votos totales contra el 41% que lograron los candidatos de Cambiemos. Todos los peronismos juntos sumaron 42%.

El gobernador sabe que le quedan por delante dos años de mandato y que lo peor que podría hacer es bajar los brazos y darse por vencido.

Ayer desmintió la versión de que le hubiera aceptado la dimisión al jefe de Gabinete, Carlos Parodi. "No acepté ninguna renuncia", dijo.

Es cierto que Parodi y el ministro de Gobierno, Juan Pablo Rodríguez, tienen responsabilidades políticas. Tan cierto como que un gobernador que no quiere irse antes de tiempo no va a desprenderse de ministros que le resulten confiables en los próximos meses solamente por un resultado electoral.

Las responsabilidades son políticas y va a compartirlas con el PJ y con su equipo. El gobernador no cree que se esté plebiscitando su gestión, sino que la coyuntura nacional resultó lapidaria.

De todas maneras, la conferencia de ayer osciló entre dos platillos de la balanza: el de la política y el de la gestión. Urtubey tiene ambas a su cargo. Es probable que ya haya varios nombres de reemplazados y reemplazantes en su cabeza, pero están en un cofre hermético.

El detonante de la crisis fue la derrota electoral y es claro que en una coyuntura como la actual el oficialismo debió poblar las listas con extrapartidarios, como Andrés Zottos (PRS) y el periodista Adrián Valenzuela. Por eso Urtubey pidió que el PJ asuma responsabilidades.

Las conjeturas que desencadenó la crisis del gabinete hacen circular versiones que, por ahora, no muestran sustento. En los diez años de gestión, el gobernador no realizó cambios demasiado previsibles ni demasiado sorprendentes. Las especulaciones se deducen a partir de algunos problemas críticos, de perfil social, que los vecinos plantearon durante las campañas.

En los barrios hay un fuerte reclamo de seguridad, que no fue amortiguado con las entregas de patrulleros.

Los problemas crecientes de pobreza y de violencia social, y la falta de generación de empleo podrían sugerir medidas quirúrgicas en las carteras del área. Lo mismo con respecto a obras públicas, a los problemas nutricionales, a las quejas por la atención primaria de la salud o conflictos por la cuestión indígena.

Lo que no se puede perder de vista: Juan Manuel Urtubey cumplió 48 años y se dedica a la política desde que tenía 14. Aquella frase de Carlos Menem, "el que fue Papa ya no quiere volver a ser obispo" expresa un sentimiento íntimo de los políticos que va más allá de las ideologías y las coyunturas. Urtubey, hasta hace un par de semanas, estaba instalado como presidenciable. Ahora la derrota lo complica, pero no tanto como para olvidarse de que se puede volver. Cada paso que vaya dando estará orientado a no perder control ni poder en la provincia mientras dure su mandato, a construir un espacio a nivel nacional dentro del peronismo, que es su territorio, y a estudiar cómo evoluciona el escenario hasta 2019 o hasta 2023. "Esa construcción comenzó con la convocatoria amplia a todo el PJ, incluido el kirchnerismo salteño", advirtió ayer un reconocido analista local que, por ahora, prefiere no decirlo en público.

 

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