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El domingo 22 de octubre de 2017 merecerá ser recordado como el día en que el siglo XXI llegó a Salta. Esto debería ser considerado solo como una noticia, ni buena ni mala. La historia es una construcción y no un destino.
El siglo XXI llegó a nuestra provincia y se hizo patente en el país, entre otras cosas, porque los resultados electorales determinaron la demolición de los íconos del pasado que seguían dominando la narrativa política de pretensiones progresistas. El naufragio del kirchnerismo es patente. En las elecciones sacó el mismo porcentaje de votos que Néstor Kirchner en 2003. Las catástrofes económicas que profetizaban Cristina y Daniel Scioli no se produjeron, pero los únicos que no se dieron por enterados fueron “los pibes para la liberación”.
Cristina, calificando al macrismo de “dictadura”, hablando de la “manipulación de los jueces” contra ella y su gente, invocando la “libertad de prensa” y concurriendo a programas de televisión a los que desde el poder desdeñaba pareció creer que “el relato” continuaba vigente. La gente demostró lo contrario.
El relato
La utilización política de la muerte de Santiago Maldonado fue peor. La mentira, esta vez, tuvo las patas demasiado cortas. Nadie sabía qué le había pasado al artesano pero, sin testigos, se quiso instalar una certeza, la de la desaparición forzada. La torpeza de quienes lo hicieron no solo fue negativa para el kirchnerismo sino que además devaluó la credibilidad del CELS, de las Abuelas, de las Madres, testigos en otros tiempos de las atrocidades probadas y aberrantes, para que se entienda - de la dictadura real.
En Salta, el perfil de Sergio Leavy y la ausencia de otro candidato peronista acreditaron un diputado nacional, pero el kirchnerismo, también en nuestra provincia, es pretérito. El kirchnerismo, como todo el “socialismo del siglo XXI”, no son más que intentos fallidos por utilizar a figuras del pasado para construir una ilusión revolucionaria y un poder antidemocrático.
¿Puede volver? No sirven los vaticinios.
El nuevo escenario
El peronismo sigue siendo una organización con vocación de poder, ahora sin líderes, sin ideología y sin posibilidades de seguir invocando supuestas glorias del pasado.
Mauricio Macri logró una extraordinaria victoria en las lecciones de medio término sin contar con el aparato, político y estatal, del que dispuso siempre el peronismo. Un ingeniero y empresario, presidente en un país gobernado históricamente por abogados y militares (salvo Illia, que era médico), sobrellevó campañas de denigración de su figura que no prendieron en la gente, salió airoso de los bloopers de sus propios candidatos y funcionarios, y ganó sin haber logrado aún respuestas sólidas en la economía.
Estas noticias merecen un análisis para saber quién ganó y quién perdió en Salta. Quien se presenta como figura emergente en estas horas es Gustavo Sáenz, que sin ser candidato se puso “la campaña al hombro” y dio vuelta la elección en el departamento capital logrando revertir la elección de senador departamental y contribuyó a la recuperación del candidato a diputado nacional.
Antes del veredicto sería bueno analizar los resultados mesa por mesa, lo hará Cambiemos en todo el país. Tomando un caso: en la escuela Madre Tierra, de Vaqueros, votaron 237 personas, el 75% de las cuales vive en las serranías. Cambiemos País obtuvo 110 votos, Unidad y Renovación, 36; Frente Ciudadano 34 y Salta Somos Todos, 27.
Sáenz atribuyó la victoria a las obras públicas financiadas por la Nación y ejecutadas por el municipio. En la escuela Madre Tierra, seguramente la explicación es otra. Y hay cientos de casos similares.
El futuro, es decir, lo que nos depara el siglo XXI, puede ser mejor o peor que el pasado. Es evidente que mientras el argumento político gire en torno de una mayor coparticipación y de la dependencia de lo que haga un gobierno nacional la fractura profunda del país, de la que el Norte Grande paga el precio, se profundizará. El verdadero desafío está en ver cómo se incorpora la región a un proyecto productivo, que es la única perspectiva alentadora.
En la semana que se inicia se conocerán, probablemente, algunos cambios en el Gabinete. Los pasos que vaya dando demostrarán qué piensa hacer el gobernador Juan Manuel Urtubey para gestionar los próximos dos años y para preparar la transición hacia el futuro gobierno. También, para replantear su propio rol.
Existen indicios de que los cambios serán drásticos. Hoy, el gabinete en todas sus líneas está envuelto en un mar de dudas. Cada cual se preocupa por su futuro. Las conjeturas que pululan se basan en deducciones de quien las divulga acerca del desempeño de cada ministro y de los enojos supuestos del gobernador.
Urtubey tiene que dar pasos en función de la gobernabilidad, además de la adaptación a las medidas que vaya adoptando Macri a nivel nacional. Y esos pasos están condicionados, porque son los de un poder provincial en retirada.
El futuro de la provincia no será el resultado de un oráculo, sino de las decisiones que se tomen. El 13 de agosto se daba por sentado que Adrián Valenzuela sería el senador por la capital y Manuel Godoy se ufanaba de una inevitable victoria en diputados. 80 días después la realidad mostró otra cosa. De aquí a 2019 faltan 24 meses, que no son nada, o pueden ser un siglo.