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Un pequeño grupo hace grandes cosas por los demás

Sabado, 11 de febrero de 2017 00:30
Voluntarios preparan cajas con mercadería para donar.
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Ema Castro junto a su pequeño grupo de trabajo, brindan ayuda a personas carenciadas de la Ciudad Termal y de parajes cercanos, con alimento y ropa que solicitan a través de donaciones.
Pero aunque los voluntarios sean pocos, el corazón y la decisión de ayudar al otro son enormes. Tanto a Ema como a sus amigos, su gran vocación de servicio por los demás la ha llevado a recorrer lugares muy precarios en donde la felicidad llega con mínimos gestos de comprensión y solidaridad.
Ya jubilada de su gran trayectoria como docente, su objetivo está puesto en la caridad por quienes sufren situaciones diarias de desigualdad y no cubren las necesidades básicas en sus hogares o bien se les dificulta el acceso a servicios básicos para una vida digna.
Junto a amigos con vocación de servir, se dedican a arreglar y limpiar lo que se recolecta y los entregan a instituciones y familias necesitadas, previo a seleccionar los elementos para que todo esté en perfectas condiciones.
"Trabajo al servicio de los demás con un proyecto que se llama "Un recreo para el corazón''. Lo lancé hace muchos años, desde que era docente. Igualmente, en mi familia siempre nos inculcaron desde niños que si teníamos para comer y vivir ya era suficiente para ser feliz y así teníamos que ayudar a los que no tenían. Creo que esa premisa nos marca y podemos entender que no se puede estar tranquilos cuando sabemos que hay gente que no tiene", expresó Ema a El Tribuno.
Según recalcó la exdocente, la transparencia es una de las características que fomenta el grupo porque se está manejando la generosidad de la gente. Cada año realizan un balance del trabajo que concretaron y difunden la ayuda con nombre y firma de la persona o grupo que lo recibió. "De ese modo la gente confía y sigue brindando su ayuda. Me conocen, saben dónde vivo y que realizo esta actividad hace mucho tiempo", destacó.
Desde el grupo admiten que siempre reciben ayuda de toda la comunidad. Sin embargo, sugieren que lo donado sea de medio uso, es decir, que esté en buenas condiciones para que con lavado y pequeños arreglos las cosas se entreguen dignamente. "Siempre pedimos que lo que se dé salga del corazón, que sea algo que esté en buen estado y se pueda usar", dice.
En relación con la situación actual del país y de los rosarinos, Castro afirma que tuvo la posibilidad de recorrer barrios con mucha precariedad, "vemos en los últimos años mucha pobreza y gente que realmente necesita para comer. Lo mismo ocurre en los parajes cercanos, donde también vamos a recorrer y la realidad demuestra que nadie puede quedarse de brazos cruzados".
Ema, a través de su ejemplo, ha transmitido a nuevas generaciones las acciones humanitarias que ha heredado de sus padres. "Tengo dos hijas que me ayudan constantemente en esta misión. Lo hago por vocación, para estar al servicio de los demás. Gracias a Dios, en mi infancia nunca me faltó nada, pero siempre estuvo la idea en mi familia de ayudar. Yo le inculqué esto siempre a mis hijas porque nosotros tenemos para comer y vivir. Pero hay gente que no tiene nada, por lo cual hay que ayudar", subrayó.
Algunas de las instituciones que recibieron la ayuda de este grupo durante el 2016 fueron la escuela del barrio Ramón Abdala, El Porvenir y Los Baños. Escuela de Policía, merenderos Rayitos de Sol y Los ojos de Jesús, barrio Carmen Salas, Hogar de Ancianos Niño Jesús de Praga y donaciones a Rivadavia Banda Sur.

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