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Laberintos humanos. Punkismo heterodoxo

Miércoles, 15 de febrero de 2017 01:30
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Laberintos humanos. Punkismo heterodoxo

 

 

 

 

Y vaya preparando el avío que este cuento es largo, capaz que terminamos como a mediodía, dijo Armando desafiante después de haberse echado un sueñecito. Y como si el relato le surgiera del mismo sueño, siguió en la misma nota en que lo había dejado en el momento de cerrar los ojos. Porque el Tonello Quispe no era punk por malo sino porque su madre no lo quiso.

Claro que es exagerado reducir toda su rebeldía a una falla en el instinto maternal, siguió diciéndome Armando mientras yo pensaba que acaso no se haya referido al mismo paisano que yo vi pasar con su sombrero aludo, sus botas de cuero de cuis y suela trenzada y su bombacha al tono, pero ante mi mirada de sorpresa Armando argumentó que se trataba de un caso de punkismo heterodoxo.

En estas pampas ha surgido toda una rama del movimiento punk que no precisó de alfileres de gancho en la nariz ni escuditos soviéticos, me dijo. Pero la dolencia del Tonello Quispe se le manifestó una tarde en la que quiso bailar una cueca y comenzó saltando un pogo, describió.

Aunque habría que aclarar que ser punk no es una dolencia, traté de responderle pero Armando tenía respuestas para todo, al menos para todo lo que yo pudiera decirle, y levantó la ceja con gesto de duda, respondiéndome que no era eso lo que opinaba su madre. La que no lo quería demasiado, dije.

La que menos lo iba a querer con ese corte de pelo con que comenzó sus andanzas por fuera de la ley, me dijo sólo para que yo dijera que no hay ley contra eso de ser punk. Si, dijo Armando, la del buen gusto.

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