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Laberintos humanos. Bailando los jueves

Lunes, 06 de febrero de 2017 01:30
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Laberintos humanos. Bailando los jueves


Le dije que la Cachita Mazda consiguió novio sin bailar, me dijo Armando aquella tarde de tantos cuentos, pero también le dije que todas las historias de amor se parecen entre sí. Le cuento, me dijo. La Cachita salía todos los jueves para bailar en lo de la Chola Quispe, como de aquel molle a doscientos metros en línea recta, aseguró el Armando pero algo del relato no me sonó cierto.

¿Cómo es que salía a bailar los jueves?, le pregunté perspicaz, a lo que, sin tiempo para pensarlo, me respondió que lo que sucedía con aquella rama de los Quispe es que eran judíos y no se les permitía bailar desde que saliera la primera estrella del viernes. ¿Los Quispe judíos?, le volví a preguntar azorado.

Armando prefirió no seguir por ese rumbo del relato sino por aquel otro sendero que llevaba, casi directamente, al meollo del cuento: porque como usted supondrá, amigo Dubin, la Cachita Mazda se puso de novia como a las diez y treinta y cinco del día sábado, en plena veda bailantera.

¿Pero es que los Quispe, además de ser judíos, son bailanteros?, estallé en mi asombro, y Armando me miró fijo a los ojos, entre la furia y la ironía, para asegurarme que todos lo fueron menos el nieto, que es punk, ¿pero usted no me va a permitir seguir con lo de la Cachita? Es cierto que le dije que todas las historias de amor se parecen, pero vale la pena escucharlas.

Qué sé yo si vale la pena, dije digiriendo mi cerveza. Total no tenemos otra cosa que hacer, le confirmé para que siguiera hablando, y él lo hizo porque era lo que quería hacer.

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