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En la noche del miércoles el cielo cerrillano se iluminó con las luces y las chispas de los más de 30 fogones que encendieron los vecinos en distintos puntos de la localidad. Dos en la avenida Manuel J. Castilla, de V§ Balcón, 12 en B§ INTA, media docena en Villa Los Tarcos Oeste. También se prendieron hogueras en los barrios San José y Pueblo Nuevo.
Se trata de un ritual tradicional en honor a San Juan, San Pedro y San Pablo, que a lo largo de los años mantienen vivo las familias Villa y Arias, entre otras.
Las actividades arrancaron, como es habitual, cerca de las 21. No faltaron el chocolate y el vino caliente con canela, los bollitos dulces y el café. Se practicó también el tradicional "manchancho", ritual en el que se repartieron golosinas, algunas de ellas, chascos que le dejaron a los changos bocas y lenguas de todos los colores.
Lo más destacable del ingenio cerrillano fue que muchos de los fogoneros, haciendo gala del viejo refrán "no mal que por bien no venga", echaron mano a la gran cantidad de microbasurales de Villa Los Tarcos para armar sus "fogones". "Aprovechamos el pasto hachado para hacer fogones gigantes" decía Ramón Quiroga, fogonero de la Pardo s/n, de Villa Los Tarcos.
El periodista Luis Borelli contó: "La gente disfruta mucho tirando pocotos y ancopocotos, un híbrido de alto poder explosivo inventado en el INTA Cerrillos a pedido de los vecinos de V§ Balcón, y que este año prometen no solo ser aún más estruendosos sino también muy hediondos, ya que la fórmula elaborada por los técnicos incorporó una mezcla de hediondilla con hojas de ruda macho".
La gente también fabricó muñecos simbolizando a Judas, que luego quemaron en las llamas. Esto simboliza un paso de lo viejo y negativo a lo nuevo. Algunas de las fogatas estuvieron a cargo de las familias Villa, Arias, Jaime, Sánchez, Chocobar y Flores.
En los años 50, en la localidad residían unos 1.500 habitantes que conservaban la tradición de los fogones, heredada de los españoles. Hubo familias especializadas en estos menesteres. Por ejemplo, en el B§ Ameghino los fogones más famosos los organizaban la familia de Eusebio Morales. Eran fiestas en las que no faltaba el Judas, confeccionado con ropa vieja relleno de paja, pocotos y petardos. En el B§ La Punta, de la plaza hasta el extremo norte del pueblo, los fogoneros eran los Ruiz, Russo, Guzmán, Pla, Hoyos, Yusca y el "Loro" López, entre otros. En el B§ Centro, eran los Ríos, el "Loco" Mingo, "Mataco" Delgado y "Cachimba" Castiella. Estos hacían su fogata en el baldío frente al Correo viejo. Los fogoneros del sur, giraban alrededor de don Nicolás Hoyos.
Finalmente estaban los fogones de Pueblo Nuevo, organizados por los Magno, Salinas, Corimayo, Flores y Valdiviezo. En la década de 1970 estas fiestas comenzaron a desaparecer hasta que en V§ Los Tarcos y en V§ Balcón resurgieron con entusiasmo en los 80, de mano de los "Pulentas" Flores y de los Villa, para quedarse hasta nuestros días.
Significados del ritual
En algunas culturas las fogatas eran para agradecer y atraer la bendición del sol sobre hombres, animales y campos.
También se asoció este ritual a obtener pareja o bien a conservar la que ya se tiene, aunque en Cerrillos poco se pone el acento en este último aspecto, según los vecinos.
En otras palabras, se la relaciona también con la fertilidad y la fecundidad, amorosa y de todo tipo.