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Merkel y el éxito del modelo alemán

Jueves, 31 de agosto de 2017 00:00
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En la recta final de la campaña proselitista para las elecciones del 24 de septiembre, Angela Merkel se apresta a ganar por cuarta vez consecutiva la jefatura de gobierno de Alemania. De este modo, inscribe su nombre en la tradición inaugurada por Konrad Adenauer, cofundador de la democracia cristiana germana y arquitecto de un país devastado por la segunda guerra mundial, y continuada por Helmut Kohl (a quien la primera ministra reconoce como su mentor político), artífice la reunificación nacional tras la caída del muro de Berlín en 1989. La prensa alemana descuenta el resultado de la contienda. "¿Merkel o Merkel?" es un título humorístico repetido por diarios y revistas. Esa previsibilidad ratifica el respaldo de la opinión pública a un liderazgo que, sobre todo después del Brexit y del triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, se extiende a la Unión Europea, sacudida por una honda crisis política. Merkel es hoy "Frau Europa". Este liderazgo tiene bases estructurales. Alemania es la primera potencia económica del Viejo Continente y la cuarta potencia económica mundial. Ostenta un superávit de cuenta corriente (balance de ingreso y egreso de divisas) de 297.000 millones de dólares, equivalente al 8,6% de su producto bruto interno. Es el segundo superávit mundial, después de China. Con una diferencia cualitativa, de orden demográfico: Alemania tiene 82 millones de habitantes y China 1.350 millones. Esta performance extraordinaria surge de su formidable capacidad exportadora. Alemania es la tercera potencia exportadora mundial, después de China y EEUU y antes que Japón. Esto hace que tenga un superávit de 61.000 millones de dólares en su intercambio comercial con EEUU, una cifra que desvela y enoja a Trump. Más de un tercio del superávit comercial germano es resultado de la competitividad de sus exportaciones de bienes de equipo y de capital de alta tecnología. Dos tercios de esas exportaciones industriales se realizan hacia afuera de la Unión Europea, primordialmente a EEUU y el mercado asiático, en especial a China, convertida en su principal socio comercial en los últimos cinco años. En un escenario internacional signado por la expansión del sector servicios, Alemania es el único país altamente desarrollado donde el sector industrial avanza en lugar de retroceder. En 1995, la industria aportaba el 35% del producto bruto interno. En 2015, ese porcentaje trepó al 45%. Todo lo contrario de la desindustrialización que en ese lapso padecieron EEUU, Gran Bretaña y la mayoría de los miembros de la Unión Europea. Este sector industrial atraviesa un proceso de creciente trasnacionalización productiva. Más de la mitad de sus insumos son importados. En su mayor parte provienen de las filiales de las compañías alemanas radicadas en Europa Oriental, cuyos costos laborales son 25% más bajos. Este éxito singular de la industria germana no tiene nada que ver con ninguna práctica proteccionista, sino con el hecho de que, junto a EEUU, Alemania lidera la cuarta revolución industrial. Ese avance tecnológico, que incrementa sus índices de productividad fabril, está centrado en la denominada "internet de las cosas" (interconexión digital directa entre objetos). Pero Merkel puso también en marcha un programa de subsidios para la venta de automóviles eléctricos y un ambicioso plan de inversiones para sustituir el empleo de combustibles fósiles por energías renovable. El objetivo es transformar a Alemania en una "economía verde".

El modelo alemán

Lo de Merkel no es un meteorito que cayó del cielo. Es consecuencia de la profundización de lo que algunos ensayistas denominan el "modelo alemán", basado en lo que Adenauer y su ministro de economía, Ludwig Erhrad, definieron como la "economía social de mercado", concebido como un camino diferente al modelo anglosajón y al "Estado de Bienestar" promovido por la socialdemocracia europea.

Reint Gropp, titular del Instituto Hall para la Investigación Económica de Alemania, señala que el modelo germano "es un sistema basado en la cooperación y el consenso más que en la competencia y abarca al conjunto del entramado socioeconómico desde el sistema financiero al industrial o al Estado". Sebastian Dullien, economista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, explica que "en el centro se encuentran los sindicatos y la patronal, que coordinan el salario y la productividad teniendo como meta el aumento del salario y el mantenimiento del empleo. La integración es tal que por ley los sindicatos están representados en la junta directiva de la compañía a cargo de las decisiones estratégicas".

Las pyme teutonas

El sistema financiero, en el que tienen notoria relevancia las cooperativas de crédito y los poderosos bancos públicos, está regulado para garantizar el desenvolvimiento de las "mittelstand" (pequeñas y medianas empresas), que conforman más del 90% de la economía alemana. A diferencia del modelo anglosajón, centrado en el objetivo de corto plazo de la maximización de la rentabilidad de los accionistas de las compañías, la inmensa mayoría de estas pequeñas y medianas empresas son estructuras de base familiar con planes a largo plazo y fuerte inversión en la capacitación del personal. Dullien destaca que "Alemania es especialmente fuerte en empresas que tienen una cien o doscientas personas. Con una característica adicional: a pesar de su tamaño, muchas de ellas compiten en el mercado mundial". Mientras el comercio internacional está dominado en sus dos terceras partes por las corporaciones transnacionales, las pequeñas y medianas empresas alemanas conforman más del 65% de las exportaciones.

La formación profesional

Pero un signo distintivo del modelo alemán, que adquiere hoy más importancia que nunca, es su original sistema de capacitación profesional continua de la fuerza laboral, basado en un sistema de "formación dual", un mecanismo de interacción entre educación y trabajo que combina el aprendizaje con la práctica profesional en las empresas. Este énfasis en la formación permanente de la población económicamente activa, sustentado en la acción conjunta entre el Estado, los sindicatos y las organizaciones empresarias, permite su adecuación permanente a los vertiginosos cambios tecnológicos. El resultado es que la economía tecnológicamente más adelantada de la Unión Europea tiene una tasa de desempleo del 6%, la menor del viejo continente. Con esta ventaja que les otorga una educación que les garantiza el acceso a un empleo digno, y a diferencia de lo que sucede en la mayor parte de Europa Occidental, la sociedad alemana no le teme ni a la inmigración ni al futuro. "Por una Alemania en la que vivimos a gusto y bien", rezan los afiches con la imagen de Merkel y fondo de la bandera alemana. Los hechos parecen darle la razón.

 

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