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Antes del mediodía empezaron a llegar los chicos. Un grupo de madres, encabezado por Cristina Mamaní, prepara pollo, sandwich, pizza y pone la mesa. Las necesidades en el barrio Primera Junta son profundas, pero profundo también es el espíritu de solidaridad.
En el comedor-merendero "Por una sonrisa" decidieron hacer un almuerzo para despedir 2017. El domingo, decenas de chicos y adultos de la zona sudeste brindaron por un año mejor. Algunos de los platos quedaron de la cena de Navidad, los habían conservado en un freezer.
Cristina Mamaní es la responsable del comedor. Cuenta que ya es una tradición también, cada 24 de diciembre, a las 19.30, servir la mesa de Nochebuena.
Chicos y grandes se quedan hasta las 23.30 o más.
El origen
La mujer recuerda que hace unos años, un 26 de enero, ella preguntó a los niños que en ese entonces asistían al comedor: "¿Qué cometieron para Navidad?". Dos le respondieron que no habían cenado porque en su casa no había nada.
Esa respuesta marcó un quiebre en Cristina. Decidió que todos los 24 de diciembre serviría alimentos y bebidas para esos chicos que están privados de poder comer en una de las celebraciones más importantes que tienen las personas.
"Es algo gratificante poder compartir con los chicos", comentó Cristina.
13 chicos
"Por una sonrisa" abre sus puertas tres veces a la semana. Este año cumplirán una década, allí llegan hasta 130 personas entre niños y adultos mayores de la zona sudeste de la capital salteña. Casi todo lo que se ofrece se obtiene con mucho trabajo y a pulmón.
Cristina vende papuchas por las calles de Salta y su marido trabaja con trabajos esporádicos que salen en la construcción.
Cada vez que tienen dinero compran queso, carne, fideos, arroz y demás alimentos para el merendero-comedor, que por parte del Estado, asegura Cristina, solo recibe la copa de leche de la Cooperadora Asistencial.
Cristina, de 44 años, tiene una dedicación absoluta por los niños. Ella es madre de tres jóvenes de 22, 26 y 30 años. Si bien ya dedicó gran parte de su vida a la crianza de sus hijos, siente que no debe bajar los brazos para que otros chicos puedan tener un futuro mejor.
Ayuda
"A la pobreza, muchas veces, la hacen los seres humanos", comenta la mujer en diálogo con El Tribuno. Agrega que el comedor recibe ayuda de gente que prefiere estar en el anonimato y destaca la colaboración de los puesteros del Mercado Cofruthos, en especial a Olga Zurita.
Cristina dice que los chicos suelen ir hasta los 14 años. "En la adolescencia sienten cierto recelo", sostuvo.
Cristina suele ir al vertedero San Javier para sacar ropa, calzado y juguetes. Dice que se recupera mercadería en buen estado que la gente la tira en vez de donarla. "También voy a vender lo que puedo a las ferias para poder conseguir plata para el comedor", aseguró la mujer.