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El periodista Abel Díaz dijo ayer encontrase devastado por una denuncia que lo puso como autor de un caso de acoso callejero.
El tema explotó a través de las redes sociales y posteriormente fue rubricada por la supuesta damnificada en una sede policial.
Díaz aseguró anoche a El Tribuno que es víctima de una campaña organizada en su contra. En ese punto el periodista fue cauto y no señaló al autor o los autores intelectuales de la difamación, pero aseguró que podría tratarse de una venganza.
El trabajador de prensa negó el hecho y dijo que no conoce a la víctima ni entiende por qué lo escrachó de esa manera a él.
"Yo no estuve en el lugar que señala en la web", dijo el comunicador quien además dijo que hay contradicciones entre lo publicado en la web y la denuncia formal.
Lo que se sabe es que primero la joven recurrió a las redes sociales y difundió el supuesto hecho a través de un relato cruel, que incluía un testigo: su abuelo. En Facebook escribió "el 1 de abril, cerca de las 12, estaba caminando por la calle Olavarría al 480, con su hermanita de seis años de edad, yendo a buscar a sus abuelos, y cuando se disponía a saludar a su abuelo, el conductor de un automóvil Mini Cooper azul bajó la velocidad, se acercó y, "delante de mi hermanita y mi abuelo", le gritó un insulto procaz. "Imagínense la bronca que tuve, la vergenza y lo mal que me sentí", reza el escrache. 24 horas después lo rubricó penalmente.
El acoso
Como "acoso callejero" se consideran palabras o gestos, acercamientos intimidantes, fotografías sin consentimiento, agarrones, presión de genitales sobre el cuerpo, exhibicionismo con intención de llamar la atención de la persona acosada (desnudez y masturbación públicas), persecución, fotografías no consentidas de partes íntimas de las víctimas. Con esto, el acosador afirma su derecho a llamar la atención de la víctima, poniéndola como objeto sexual y forzándola a interactuar..