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Marita Simón
El Tribuno
“Les Luthiers Gran Reserva” es, nada más ni nada menos, que la definición perfecta para este grupo de artistas sobre quienes cualquier calificativo que se refiera al éxito es sobreabundar.
Pero no importa, igual vamos a hacerlo, porque en cada presentación en los últimos 50 años logran desatar carcajadas, sorprender con sus ya acostumbrados extraños instrumentos musicales y, sobre todo, empatizan con la gente de una forma que la hace sentirse amiga de toda la vida.
Ahora, con el nuevo show que traerán a Salta la próxima semana, del 12 al 14, lo de “Gran Reserva” no podía estar más acertado y, para el público de Salta, cuna de vinos de excelencia que entran en esa categoría, la denominación cobra especial significado: madurez, superioridad y, en definitiva, alta calidad. Es justamente sobre este espectáculo que El Tribuno inició una extensa charla con Marcos Mundstock, un histórico integrante del grupo.
¿Cómo está preparado Gran Reserva?
Es una antología (¡Chist! fue la anterior), con la ventaja que elegimos, dentro de nuestro repertorio, lo mejor y lo que probadamente más le gusta al público, como “La Balada del 7º Regimiento”, “San Ictícola de los Peces”, “Entreteniciencia Familiar”, “La Hora de la Nostalgia”, “Quien Conociera a María”, el bolero “Perdónala”, “Ya No te Amo, Raúl”, “El Sheriff Benson” y una que aún para los que nos siguen, no siempre la recuerdan: “Música y Costumbres de la Isla de Makanoa” y “José Duval”, un número de los que más me gustan.
A través de todas las presentaciones que venimos haciendo, ya comprobamos que este show es de gran repercusión y que despierta mucha carcajada.
Aun con los cambios dentro del equipo, es decir, la salida de Carlos Núñez Cortés y la ausencia de Daniel Rabinovich, ¿cómo se hace para seguir vigentes más de medio siglo bajo la clasificación de gran reserva, o sea sosteniendo calidad?
Ese es un tema que lo charlamos. Somos unos agradecidos por lo que nos ha tocado en la vida. No digo que fue ni de casualidad ni que ganamos la lotería, lo hicimos nosotros y se ve que lo hicimos bien, porque no quiero quitar méritos. Pero hay mucha gente que también labura bien y sin embargo no ha tenido el éxito y la repercusión que obtuvimos nosotros...
Haber ganado una serie de premios y condecoraciones, como el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2017, en España, parecería marcar otra posición dentro de los escenarios del humor...
Es un componente, pero todo surge a partir del ensayo, de proponer probables historias que han contribuido al éxito. Me parece que uno de los elementos fundamentales es que, como somos todos de origen académico, nunca nos tentó caer en el chiste fácil, sino por el contrario, buscamos lo original. Esto no significa intelectualidad porque no somos filósofos. Son ideas que se resbalan, que nos imaginamos y caen de golpe y eso se convierte, bruscamente, como una explosión, en el humor que provoca la sorpresa. Creo que así creamos un estilo elegante, manejando más conceptos e ideas que cuestiones físicas o costumbristas directas. Esto fue lo original y demostró la aceptación. Uno podría hacer este tipo de especulaciones y que nadie se ría, o humoristas literarios de gran nivel que requieren mucha sutileza para leerlo, para entenderlo.
Nosotros hemos logrado, con ese refinamiento del material, llegar a mucha gente.
Pero también crearon un estilo original...
Es así, porque no se parece a otra cosa, pero se suma la música y en los espectáculos de Les Luthiers, que es música de alto nivel. Esto lo puedo decir sin falsa modestia y elogiar a mis compañeros porque yo no soy músico, no compongo. Se incluyen todos los géneros de la humanidad, desde la ópera al cuarteto de cuerdas, el rap y la cumbia, lo que sin dudas en un valor.
¿Cómo vivieron internamente la muerte de Rabinovich y la partida de Núñez Cortés?
Efectivamente, y fueron cosas muy distintas: lo de Daniel (Rabinovich) fue la muerte de un hermano, sin vueltas, aunque el duelo dura. En lo personal, como éramos muy amigos, lo sufrí particularmente, pero seguís adelante porque sos profesional y todo se acomoda. Y en el caso de Carlitos, el cansancio le ganó al disfrute y decidió retirarse, lo hizo paulatinamente y acá estamos. Pero allí está el platillo de la balanza: los que seguimos sentimos ese enorme disfrute que es estar en Les Luthiers. No hay otra cosa que me guste más en la vida que subirme al escenario y hacer la función.
Y eso se nota, por lo que debe ser otro gran condimento del éxito...
Por eso seguimos adelante, decididos a seguir haciendo las cosas. Es como la vida misma, porque además nos genera enorme placer.
¿Cómo es el proceso productivo del grupo?
Es una cuestión de gimnasia y vamos elaborando a partir de las ideas que surgen. Ya tenemos una rutina establecida en torno de las presentaciones en Buenos Aires que duran tres años, las giras en el interior del país y en el exterior, sobre todo España, que es nuestra segunda casa y vamos dos veces por año. Y en ese camino nos planteamos hacer algo nuevo o una antología, que casi siempre gana porque es revivir un material de mucho valor y que gusta probadamente. Nos sentamos y cada uno incorpora sus ideas, lo estudia individualmente, evaluamos las propuestas y se va armando. Sí tenemos en cuenta la selección del material y pulimos al máximo para que sea variado en cuanto a las armonías musicales y los protagonismos de todos, lo que logra que el conjunto sea realmente armónico, sumado a un hilo conductor. Gran Reserva es una vuelta a la tradición de Les Luthiers.
Con la explosión del stand up, ¿hay algo para decirle a esta nueva generación de humoristas?
Les diría, como a cualquiera que sube a un escenario, que planteen trabajos de calidad, refinados y eficaces, que me hagan reir. En lo posible que sea original, que no repita fórmulas ni esquemas, que no aprovechen cierta vulgaridad. Aunque nosotros no utilizamos las “malas palabras”, me gustan cuando son usadas con ingenio, cuando ocasionan sorpresa porque van enhebradas a situaciones inesperadas y porque son necesarias esas y no otras palabras.