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6 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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Una sociedad enferma

Miércoles, 15 de agosto de 2018 00:00
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En las actuales circunstancias, tal vez no haya otra lectura del estado de nuestra sociedad, dada nuestra experiencia, de que está enferma.

Las rigurosas investigaciones sobre base estadística muestran vencidas una cantidad de enfermedades humanas a punto tal que puede anunciarse su desaparición; nuevas expresiones morbosas o enfermedades, apenas sospechadas, pasan a ocupar un primer plano en las listas demográficas, lo que obliga a concluir que, a pesar de todo, no disminuye el número total de enfermos y en consecuencia la vulnerabilidad del hombre sigue lo más campante.

El círculo vicioso se cierra casi siempre, porque en realidad lo que está enfermo no es tanto el ser humano cuanto la sociedad que lo contiene y que actúa sobre el hombre y sobre sus conceptos culturales, interviniendo como entidad desintegrante o unitiva.

La paradoja básica de nuestro tiempo: nuestra religión, nuestra moral, nuestras teorías económicas y políticas tienden a destruir el estado de cosas que aspiran a lograr, decía la sentencia de Northrop Frye (1912-1991).

La sociedad es un todo susceptible de estar enferma en sí misma y muchas enfermedades psicosociales aparecen como meros síntomas de la enfermedad social.

Cuando fracasa la función social de la política, aparecen determinadas dolencias y padecimientos individuales y colectivos que actúan como desintegrantes de ver y pensar bien, distorsionan las relaciones sociedad - individuo, aumenta la incapacidad para el trabajo y la productividad se torna escasa, la violencia carcome todo tipo de relación. Esto demuestra que la medicina, la medicina social y la política han fracasado en el cumplimiento de su función social en importantes aspectos como las alteraciones psicosociales y el soporte al bienestar general.

La enfermedad social genera graves resultados biológicos e impide alcanzar un estado aceptable de salud biológica, psicológica y social.

El hombre enferma a su sociedad y ésta puede enfermar al hombre en un perverso circuito de retroalimentación.

Las mejores invenciones sociales como la asistencia social y los seguros pueden convertirse en focos de invalidez individual y social que mejora en forma aparente el caso inmediato e individual, pero agravan el problema mediato y social y a la larga, también, la situación personal que se buscó aliviar.

Nos ocupamos poco de los evasores de impuestos, de los ejecutivos que hacen pagar a sus compañías sus cuentas del country club, que nos parece normal aceptar la existencia de lobbystas o gestores que sobornen a legisladores y funcionarios, que se elaboren leyes, normas y reglamentos que favorezcan a ciertas compañías o empresas a costa del contribuyente. Es evidente que abundan los obsesos por el dinero o el poder político o ambas cosas a la vez, que ansían poseer tanto más cuanto más tienen.

Los mecanismos de la curación son muchos y variados y es preciso salir del error de creer que siempre cura mejor el que más sabe; es, en cambio, cierto que siempre cura mejor el que mejor sabe. La curación es contagiosa; el remedio pasa y la curación permanece; con el correr del tiempo una misma enfermedad se cura con remedios distintos y aun contradictorios; es posible y frecuente que se cure una enfermedad con el diagnóstico de otra y, en consecuencia, con un tratamiento que no era el adecuado; el hecho de curar es un fenómeno muy complejo donde el medicamento puede ser solo una parte de cuyos componentes no siempre tenemos cabal conocimiento y cuya dinámica desconocemos. Siempre juzgamos por los resultados y esto cabe para el hombre o la sociedad enferma.

 

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