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La provincia de Laura Gonzales y del ingenio San Isidro

Domingo, 30 de septiembre de 2018 00:00
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La reapertura del ingenio San Isidro es la señal de que ciertas cosas están cambiando, para bien.

Ahora queda por verse si la crisis está definitivamente superada y si el apoyo que recibieron los nuevos propietarios se mantiene.

La presencia permanente de los empresarios en el lugar de trabajo y el evidente respaldo de los ministros del Gabinete de Juan Manuel Urtubey son dos datos inéditos en este conflicto en el que se cifra, al menos en lo simbólico, el futuro de nuestra provincia.

Salta es extensa, variada en sus suelos y en los climas de cada zona. Tiene un enorme potencial productivo de bienes derivados de la naturaleza y tienen una población con muchas necesidades. Los indicadores de pobreza y de desempleo no llegan a mostrar la realidad, porque son datos urbanos.

La realidad es que mucha gente sobrevive gracias a la ayuda del Estado, que en la cultura clientelista se convierte en dádiva y termina condicionando al ciudadano. Ahí encontramos una ausencia dramática del valor que siempre se idealiza en los discursos: la inclusión.

La reapertura del ingenio San Isidro aporta un dato elocuente: 330 empleados con trabajo genuino y 400 personas que quedaron a la intemperie.

La clave del empleo

El gremio azucarero, guiado por el pensamiento mágico, llevó adelante una lucha insostenible que había dejado a todos en "pampa y la vía".

Porque el empleo genuino no nace del voluntarismo sino de las leyes de la economía.

A largo plazo, el ingenio San Isidro proyecta destinar cinco mil hectáreas a cultivar caña, 500 hectáreas a producir limones y el resto del predio, a maíz y ganadería. Esto, más la producción alcoholera, muestra el secreto de la economía, que es la diversificación y el agregado de valor.

El pensamiento mágico de la política suele ser el reflejo de una mala lectura de la literatura buena. La industria azucarera nació con mano de obra provista por los traficantes de esclavos. En Campo Santo no hay esclavos, y el ambiente que se vivió en los primeros días es el propio de un sitio donde la gente quiere trabajar.

La literatura abunda en relatos de explotaciones brutales. La historia humana no es la del Paraíso sino la de los hijos de Adán expulsados de ese sitio idílico.

Hoy, la inclusión se llama trabajo.

En esa visión mágica de la política y de la provincia incluye la mirada sobre los pueblos originarios. La antropología comienza estudiando las etnias pero muchos antropólogos caen en la trampa de congelar en el pasado su valoración de los pueblos indígenas, a los que imaginan felices como cazadores, recolectores o pescadores en un paraíso que, en realidad, nunca existió. Ningún antropólogo puede negar la condición wichi a Laura Gonzales, que fue elegida reina de los estudiantes de San Martín, alumna brillante, que estudia inglés, coreano y japonés y que cree que "todo se puede lograr con estudio y mucha dedicación".

Más de uno de los cruzados del indigenismo -incluidos los diaguitas descendientes de alemanes y de viñateros- han de considerar que Laura no es fiel a sus tradiciones. Claro, probablemente ella prefiera, como todos sus hermanos, vivir con la calidad de vida del mundo moderno sin necesidad de renegar de sus abuelos.

La verdadera tradición de la humanidad es la de tratar de vivir lo mejor posible.

El futuro

Campo Santo, como todo el interior salteño, tiene mucha tarea por delante. Pero esa tarea depende de la continuidad de un compromiso del Estado.

En primer lugar, revisar a fondo, en serio, la formación laboral profesional en cada localidad, olvidando por un rato los cortes de cinta y los partes de prensa del autoencomio. Cambiar la educación en serio, pensando en la gente y no en las diversas cruzadas que aún existen.

Pero además es imprescindible decidir si el Chaco salteño debe ser un parque nacional donde se congele el pasado o si va a encaminarse hacia el desarrollo sustentable. Si va a seguir aceptando la inquisición de un ambientalismo con objetivos conservacionistas o si la Provincia va a apostar a la agroindustria, es decir, multiplicación de la producción agrícola y ganadera, incorporación de valor agregado, creación de frigoríficos, mataderos, fábricas de conservas y dulces, y así hasta desarrollos de metalmecánica, tecnología y ciencia. Esto, que es el potencial rural, debería formar parte de una perspectiva provincial, pensando en que el litio se convierta en baterías en nuestro territorio, que en el futuro podamos tener un Silicon Valley en Salta.

No es una quimera. Es la posibilidad real que ofrece a Salta el mundo de hoy. Y que se podrá construir con buena política, buena literatura, buena historia y buena visión de ese mundo contemporáneo.

 

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